Opinión
Un partido de auténtico fútbol
Pago mi entrada para celebrar un gol sin saber si es gol y para ver a un árbitro mirando una pantalla

Catorce árbitros de Primera, con Medina Cantalejo, el presidente del colectivo, en el centro. / CTA
Llevamos tantos años viendo partidos que estamos acostumbrados a presenciar toda clase de comportamientos. A estas alturas del cuento, es difícil que algo nos sorprenda. En mi caso, además, me considero una persona tolerante con los actos de los otros. Pero lo que ocurrió el otro día en el Bernabéu traspasó todos los límites de lo aceptable sobre un terreno de juego.
Lo que hizo Fede Valverde contra el Athletic no se puede permitir y no se puede repetir. El Comité de Competición debería sancionarlo de oficio. Qué rabia, qué agonía y qué indignación genera que un futbolista agarre una pelota en el último minuto y decida el partido por su cuenta, con un golazo, y sin opción alguna de anularlo. Pero quién se ha creído este tipo, quién piensa Valverde que es para atreverse a robar el foco a los verdaderos protagonistas del deporte antes conocido como fútbol: los árbitros.
Y lo peor es que la gente no solo no censura este tipo de comportamientos: lo peor es que los aplauden. Decenas de miles de personas celebrando el golazo de Valverde al Athletic, eufóricos, felices e inmunes a la soledad del árbitro. El genio de la multitud en su versión más nítida. La crueldad de la masa que cala en nuestra sociedad, y encima esto solo va a empeorar. Porque ahora los niños quieren ser Fede Valverde.
Nadie piensa en los niños.
Honestamente, también tenemos culpa los medios de comunicación. Marcó Valverde el 1-0 en el último minuto y consiguió lo que quería: desviar la atención. Con lo bien que íbamos: con el 0-0, el casi penalti y el lío del fuera de juego habríamos tenido contenido de calidad. Pero marcó Valverde y condenó al rol de complemento al análisis arbitral. Estamos perdiendo audiencia, dinero y visitas. La jornada se marchitó cuando nos robaron la posibilidad de un dinámico y ágil debate que abarcara ámbitos del conocimiento como el fuera de juego posicional, la zona Dogso o el contacto residual.
Es una pena, porque este no es el deporte que nos enamoró. El árbitro no fue ni una sola vez a ver la pantalla del VAR y yo, como millones de españoles, pago mi entrada para celebrar un gol sin saber si es gol y para ver a un árbitro mirando una pantalla. Si está cinco minutos, mejor que cuatro, y si luego en el pospartido descubro un matiz del reglamento que desconocía, doy por amortizada mi suscripción anual.
Por eso, de aquí al final de temporada pido que intervenga el Gobierno y asegure el sentido común. Si hay que añadir otro árbitro, que se añada, que lo están haciendo muy bien. Exijo partidos de auténtico fútbol: el mayor número de parones posibles, nada de continuidad en el juego, fueras de juego más semis que automáticos, un nuevo penalti por un tipo de mano que aún desconocemos, el frame generando peligro entre líneas, revisiones de 24 minutos, descuentos de 48, la misma falta en ataque que se revise en un lado y no en el otro y el mismo agarrón que sea penalti en una área y no en la otra. Fútbol. Eso pido.
En definitiva, el fútbol del progreso y la justicia, con la guinda de los límites salariales y las inscripciones de futbolistas, siempre transparentes y fácilmente entendibles, y no ese asunto aburrido y primitivo de bárbaros y salvajes que odiábamos de niños.
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