Opinión | El Desliz

Esas familias normales y corrientes

Alquiler vacacional.

Alquiler vacacional. / Elisa Martínez

Hace un par de semanas, media docena larga de jóvenes procedentes del norte de Europa. Se alojan en la vivienda vacacional que da al patio comunitario: martes, miércoles y jueves de juerga nocturna. Música alta, gritos y risotadas hasta la madrugada rompen el absoluto silencio del que solemos gozar los residentes. Ahora karaoke. Se lo pasan bomba. Quién podría culparles, en su lugar de origen todavía nieva y aquí… Aquí por suerte brilla el sol, pero no hace el calorazo que obliga a dormir con las ventanas abiertas, de manera que al final con las persianas y la doble cristalera logras conciliar el sueño porque hay que madrugar. Luego te los encuentras en chancletas en el supermercado del barrio, bostezando y comprando pan de molde, jamón de york y vino barato y te alegras por esa oferta complementaria que defiende el alquiler turístico vacacional como una fuente de riqueza para esta tierra, porque gastan en el comercio local. Compran barato, para eso se han venido en un vuelo de saldo de madrugada con sus maletas de ruedas. La bonita casa entre medianeras en la que se alojan pertenece a un inversor extranjero y pasa la mayor parte del año cerrada y sin clientes. No le debe hacer demasiada falta mover el negocio. Es simplemente una vivienda de un barrio que no está en manos de una familia. Hay docenas alrededor, cada vez más. 

El alquiler vacacional es la peor plaga que le ha caído a nuestro presente, mejor no pensar en el futuro. Ha convertido ciudades y pueblos en un hotel diseminado, primero les entregamos la costa y ahora el resto. Gentrificación, usura inmobiliaria, ruido, casas sin gente y gente sin casas, parque temático del agobio y la franquicia, trabajadores viviendo en tugurios, en caravanas, en casetas de aperos, colapsos de tráfico permanentes; para qué vamos a repetir más veces lo que ya está dicho y comprobado. El que no lo quiere ver sus motivos tendrá, y sus intereses. Una que lo niega es la presidenta del Govern balear, Marga Prohens, en modo dramaqueen cuando defiende la saturación y la masificación tras jurar que las iba a combatir. Considera que pidiendo la prohibición del alquiler turístico se "criminaliza a las familias normales y corrientes que pueden tener un beneficio de la industria turística". Esas familias normales y corrientes de las que habla no existen en mi zona, que un día fue barrio. Repito: tomado por especuladores que compran para revender o arrendar, o solo para tener su pasta en tu ladrillo, y que viven su vida muy lejos de la tierra quemada que practican.

Acepto que no se vio venir la miseria inmobiliaria, social y ambiental que apareja el alquiler vacacional. De ahí a mantenerlo, fomentarlo y defenderlo como un derecho superior al descanso o la vivienda, en fin. Yo tengo un coche, pero no un taxi. Dispongo de una lavadora, pero no puedo montar una lavandería en mi domicilio porque para practicar una actividad que puede generar molestias se exigen ciertos requisitos. Esas familias corrientes que tanto importan a Prohens porque necesita a la ultraderecha para tirar adelante la legislatura podrían sencillamente alquilar sus inmuebles en contratos largos, dando oxígeno a quienes buscan un techo. No lo hacen porque prefieren la economía extractiva. Se merecen la autocaravana de una familia normal aparcada sine die delante de su sagrada propiedad. 

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