El dos de mayo

La decisión impropia del Gobierno eliminando la participación de las fuerzas armadas en el tradicional desfile militar del 2 de mayo en Madrid, podría quedar en una simple rabieta de nuestro Dorian Grey patrio, Pedro Sánchez, a no ser por la importancia simbólica del hecho. Si hay una fecha que merece ser conmemorada con una parada de los ejércitos es precisamente la que nos hace recordar a todos los españoles, no solo a los madrileños, que aquel día de 1808 comenzó en la capital de España la Guerra de la Independencia, que acabaría con la expulsión del usurpador francés, tras años de desigual lucha, logrando la victoria a base de arrojo, valor, sacrificio y heroísmo.

Urticaria

Lástima que a cambio de tanta generosidad y sangre derramada, el retornado rey Fernando VII pronto daría pruebas de no haber aprendido de la honra de sus súbditos y mantendría la acendrada felonía cargada de tiranía por la que es juzgado a lo largo de nuestra historia. Una vez más, en los momentos de mayor zozobra, el pueblo superó a los gobernantes. Así lo atestiguan las crónicas y los Episodios de Galdós. Hoy en Madrid no hay desfile, muestra de oprobio del Gabinete Sánchez, obsesionado con la presidenta Ayuso. Y a sus socios de conveniencia los uniformes les dan urticaria. Más allá de la casposa refriega política, es deber recordar la gesta del pueblo levantado en armas contra el invasor. El decisivo bando del alcalde de Móstoles y el heroísmo de los capitanes Daoíz y Velarde, el teniente Ruíz y los alféreces Van Halen y Hazeta. Sus espíritus sí desfilarán.