Opinión | EDITORIAL

Victoria parcial de Zelenski

El acuerdo firmado por Estados Unidos y Ucrania sobre la explotación de los minerales de importancia crítica que tiene este país (entre ellos las denominadas tierras raras) es favorable en muchos aspectos a los intereses de Kiev, aunque deja en el aire el futuro de este país, al no descartar la posibilidad de que Washington se desentienda de su seguridad. Todo indica sin embargo que Volodímir Zelenski ha conseguido unas condiciones más positivas que las que Donald Trump pretendía cuando le organizó aquella insólita encerrona en la Casa Blanca. Tanto en el plano económico como en algunas de las implicaciones geoestratégicas que pueden deducirse de un acuerdo que permitirá a Estados Unidos hacerse con unas tierras raras que contienen 22 de los 34 elementos considerados estratégicos para la producción de las nuevas tecnologías, la industria militar y la fabricación de vehículos eléctricos. Teniendo en cuenta que Ucrania dispone del 5% mundial de este tipo de minerales, cuyo 90% están en el subsuelo de China, se entiende el empeño de Trump en hacer coincidir el acuerdo con sus primeros cien días de gobierno.

Pese a ello, puede hablarse de victoria relativa de Zelenski. En primer lugar, porque el texto no vincula la aportación al fondo creado por ambos países para gestionar la explotación de estos minerales a la ayuda militar que Estados Unidos ha brindado a Ucrania hasta ahora. Esta era una pretensión que Trump exhibió durante la campaña electoral (para desacreditar a la Administración Biden) y que ha reiterado en innombrables ocasiones desde su llegada a la Casa Blanca.

Armas

Los ingresos derivados de la explotación servirán para que Kiev pueda comprar a partir de ahora a Estados Unidos armas necesarias para su defensa. En segundo lugar, porque el acuerdo prevé que los beneficios que resulten de la explotación de los minerales críticos serán invertidos en la reconstrucción de Ucrania durante los diez primeros años. Una cláusula que puede ayudar a Zelenski a hacer aprobar en el Parlamento ucraniano un acuerdo que podía ser visto como un sometimiento a Estados Unidos después de haber librado una guerra devastadora en defensa de los intereses de Occidente. En ese sentido, es significativo que el texto hable de «invasión rusa a gran escala», un término que Trump nunca ha utilizado. Por último, el acuerdo deja la puerta abierta a la incorporación de Ucrania a la Unión Europea, en contra de la opinión de Putin y en unos términos que el presidente norteamericano nunca había asumido.

Sin embargo, el texto no compromete a la Administración norteamericana en la defensa de Ucrania frente a la invasión ordenada por Vladímir Putin. En particular en la defensa antiaérea, donde la aportación norteamericana ha sido determinante. Teniendo en cuenta la evolución desfavorable de la guerra para Kiev en los últimos meses, ello constituye un interrogante de primer orden sobre el futuro de Ucrania.

También debe ser interpretado como una nueva advertencia para la Unión Europea, obligada a reforzar sus capacidades militares. En ese aspecto, el acuerdo refuerza las voces que plantean la necesidad de desarrollar la defensa de una Europa posamericana en que EEUU tenga como único objetivo disfrutar de privilegios en su relación económica con Europa pero sin ofrecer garantía de seguridad alguna.

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