Opinión | COSAS MÍAS

Moriscos ‘go home’

Desde la cristianización forzosa de 1525, los nombres propios de los moriscos castellonenses se cristianizaron y su mezquita del carrer Nou se derribó, levantándose sobre su superficie, en 1608, la iglesia de San Nicolás, cuya adjudicación tomó el nombre de la parroquia en la que estaba ubicada. Aunque, velis nolis muchos islámicos se habían bautizado, sus identidades estuvieron plenamente definidas y, por tanto, establecer su individualización con vistas a expulsarlos, no fue tarea difícil.

Sobre los que quedaron, sabemos que algunos huyeron, en plan furtivo, hacia las montañas del interior. Unos pocos menores de 7 años (tal como especificaba la norma de expulsión) permanecieron tutelados por cristianos y algún que otro joven, con edad por debajo de los 20 años, también aparece en la documentación.

En el caso castellonense encontramos siete niños moriscos de 7 a 12 años bautizados en 1610 que aparecen insertos en el mundo cristiano como sirvientes y que ya formaron parte, a perpetuidad, de la sociedad local.

Emigrantes forzosos

Poco se sabe de los avatares sufridos por estos emigrantes forzosos, tanto en los días previos a su embarque como en su territorio de acogida del norte de África.

Acudiendo a la globalidad de las cifras, decir que la población valenciana en el inicio del siglo XVII era de unas 450.000 almas, con lo que los 150.000 moriscos exiliados suponen una cifra bastante superior al 30%. Ello significó la pérdida de un porcentaje de hábitat considerable, teniendo en cuenta que su actividad estuvo, en gran medida, dedicada a las labores campesinas.

Cronista oficial de Castelló

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