Opinión | EDITORIAL

Una investigación que va lenta

Es evidente, como ya se dijo en estas páginas tras el apagón del 28 de abril, que la investigación sobre las causas que llevaron a cero el sistema eléctrico de la Península ibérica será compleja y que conocer qué es exactamente lo que ocurrió llevará tiempo. La comisión creada por la Unión Europea para analizar lo sucedido se dio seis meses de plazo desde el primer momento. Aquí, según explicó ayer en el Congreso la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, también se podría tardar meses en saber con precisión lo que pasó, porque se están diseccionando 756 millones de datos procedentes de los centros de control de las grandes plantas de generación eléctrica. Pero la ministra avanzó ya algunas conclusiones: que no hubo un ataque cibernético a Red Eléctrica y que las grandes pérdidas de producción de electricidad que precedieron al colapso se localizaron en Granada, Badajoz y Sevilla.

Que no hubiera ataque externo a Red Eléctrica no significa que no lo hubiera en algún otro segmento del sistema. Aunque no parece la hipótesis más probable, el CNI continúa investigando si pudo haber intervención ajena en las redes informáticas de control, distribución y generación de energía en las grandes compañías eléctricas. Descartar esa posibilidad eliminará dudas sobre la vulnerabilidad del sistema eléctrico español, e incluso del europeo. Porque los ingenieros están investigando también si las dos grandes oscilaciones de frecuencia que se produjeron, también en el sistema europeo, media hora antes del apagón, fueron el desencadenante de colapso. La ministra Aagesen explicó que mientras en el resto de Europa lograron amortiguar esas oscilaciones, los siete cortafuegos aplicados por Red Eléctrica no lo consiguieron. Esos datos le llevaron a afirmar a la ministra que no hubo problema de cobertura, ni de reserva ni de tamaño de las redes. Es decir, que se sigue sin saber cuál fue el problema.

Responsabilidad

Es evidente que hay que dejar trabajar a los expertos sin apriorismos y sin apremiarlos con prisas, más allá del trabajo que puedan abarcar con sus propias capacidades técnicas y personales. Pero también es incuestionable que cuanto más tarden en conocerse las causas del cero eléctrico más posibilidades habrá de que vayan apareciendo bulos, no siempre fáciles de contrarrestar, y de que los lobis que defienden los distintos tipos de producción energética sigan intentando arrimar el ascua a su sardina. Así que hay que entender la complejidad del sistema y de la búsqueda de las causas del apagón, pero cuanto antes se conozcan más sencillo será tranquilizar a la ciudadanía sobre la fiabilidad del sistema eléctrico español, ahora cuestionada. Una investigación a fondo, que huya de la opacidad y de prejuicios, ayudará a evitar una situación similar en el futuro. Esa responsabilidad cabe exigírsela a los ingenieros que analizan lo que ocurrió, pero mucho más al Gobierno y a la oposición, que siguen empeñados en hacer del apagón una causa más de la pelea política cotidiana, al tiempo que defienden sus particulares afinidades con las renovables o las nucleares. Lo importante, ya lo hemos dicho, es conocer las causas y las consecuencias y qué se debe mejorar en el futuro, sin interferir en el trabajo de los expertos y sin enredar a la ciudadanía.

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