Opinión | LA RUEDA

El burlador burlado

Ramón de España es un conocido periodista, novelista, guionista, ensayista y lo que haga falta al que sigo desde tiempo inmemorial y que, siendo como somos del mismo año, tengo esperanzas de que la batida no decaiga por razones obvias.

Este sagaz crítico de cómic, música y tele no es mordaz, se le queda corto. Ni siquiera ha perdido su condición ahora que se enfrenta al ultimátum de un fondo de inversión que ha comprado la finca completa del piso del Eixample barcelonés en el que vive de alquiler desde hace 33 años. «Parece que no me he dado cuenta hasta que me ha tocado la china». No estamos ante una situación como a la que se aboca a multitud de mortales que se ven en la rue por mor de unos mendas dispuestos a desalojar lo que haga falta con tal de vender viviendas modestas a precios de súper lujo. No, el drama de este narrador burlón es que viene dando su visión de la jugada desde que empuñó la máquina ahí y que, si nadie lo remedia, décadas después tiene pinta de que es posible que acabe viviendo en Madrid donde alguien cercano lo acogería. En 2013 publicó El manicomio catalán. Reflexiones de un barcelonés hastiado y, en 2014, El derecho a delirar. Un año en el manicomio catalán. Resistió como pudo la ola indepe y puede que la de los fondos buitre se lo lleve por delante.

Territorio brunch

El articulista lamenta la metamorfosis del barrio en el que nació, aunque entienda que si eres de Birmingham, donde llueve todo el día, y tienes un sueldo mejor que el del español medio no dudes. Lo que pasa es que sus calles se han transformado en territorio brunch: «Cuando veo una tostada de aguacate salgo corriendo. Estas decoraciones imitando a cafeterías de Williamsburg en Brooklyn, todas iguales, las odio». No sé si influiría, pero el caso es que la constelación de mandamases patrios se reunió a tiro de piedra de donde habita Ramón de España con el problema de la vivienda en primer plano. Pobrete.

Periodista

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