Opinión | A FONDO
El hartazgo de los españoles
El pasado domingo, Madrid no solo fue el punto de encuentro de miles de españoles, sino una expresión clara, masiva y contundente de un hartazgo que ya es generalizado. El que vivimos millones de personas por culpa de un Gobierno que no nos merecemos, ni nos representa y de un presidente, Pedro Sánchez, que ha hace tiempo ha renunciado a su deber fundamental, que no es otro que gobernar para todos los españoles, convirtiendo su presidencia en una suerte de ejercicio de resistencia partidista.
Cada día está más alejado de los problemas reales a los que los ciudadanos nos enfrentamos y ya, únicamente, se centra en mantenerse y en su propio interés, pues hoy, su agenda no responde a las exigencias urgentes de las familias españolas que siguen esperando respuestas; ni las necesidades de los jóvenes que buscan más y mejores oportunidades; ni a las demandas de los mayores que exigen dignidad. Hoy, la agenda de Sánchez se centra únicamente en garantizar su supervivencia política, su inmunidad personal y la impunidad de los suyos, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Porque, con la obsesión de Sánchez por aferrarse al poder y perpetuarse en la Moncloa, estamos viendo que solo persigue un fin, que no es otro que seguir retorciendo las normas y utilizando las instituciones como si fueran un cortijo y para su propio interés personal, familiar y político.
Los españoles abochornados estamos siendo testigos de cómo, mes a mes, se van acumulando en las filas socialistas y en el propio entorno del presidente los escandalosos y presuntos casos de corrupción que le acechan en su entorno más próximo y le cercan cada día más.
Prioridad
Y es que, Sánchez olvida que combatir la corrupción no es un deber ni lema electoral, sino que es una prioridad y una exigencia democrática, por lo que la situación que estamos vivimos en este país nos coloca, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, en un escenario indigno, sin parangón en nuestra historia democrática.
El hartazgo de los españoles, ante los casos de corrupción que estamos conociendo día a día, es una realidad palpable y persistente, que está marcado profundamente no solo la vida política, sino también la social, con un claro sentimiento de cansancio y desconfianza en las instituciones que de verdad nos deberían de representar de manera más ética, más limpia y responsable. Porque en eso debe consistir la verdadera democracia. El resto, es mafia.
Por ello, miles de personas salimos a las calles para decir «basta», porque necesitamos un presidente que escuche, actúe y proponga iniciativas que de verdad mejoren la vida de los españoles. Pero ya sabemos, el presidente quiere seguir, mientras la mayoría quiere que se marche. Y aunque intente atrincherarse en la Moncloa para blindarse frente a sus responsabilidades y la rendición de cuentas, las protestas en la calle lo retratan como el presidente del Gobierno más cercado por la corrupción y más distante de la Constitución de 1978, esa que todos los españoles nos dimos para construir un Estado social y democrático de derecho tras una dictadura que no queremos repetir.
Algo a lo que parece querer volver, cuestionando a los jueces y sus labores de investigación en los juzgados, o haciendo espiar a fiscales y guardias civiles para, mediante tramas y prácticas de dudosa legalidad, obtener información de sus actividades.
Por eso salimos a la calle para exigir un cambio político urgente. Y no hablo únicamente de quienes, desde el centro-derecha, reclamamos al presidente que convoque elecciones, sino también de muchos socialistas hartos y que hoy se sienten avergonzados de tanto escándalo.
Deuda con Benicàssim
Aunque también las hay quienes, fascinadas por su líder y sin un ápice de crítica, le defienden y profesan cada una de sus doctrinas socialistas. Sin ir más lejos, la Sra. Pascual, portavoz del PSPV-PSOE de Benicàssim, que incapaz de mantener ni el discurso y menos la unidad en sus propias filas, se atreve a acusar de falsedad la deuda que el Gobierno socialista de Pedro Sánchez mantiene con Benicàssim y sus vecinos.
Y es que, en el pasado pleno municipal, tratando de esconder las vergüenzas del presidente, escondió la realidad mediante un baile de números, pero la verdad es clara y única, y no es otra que el Gobierno adeuda, nos adeuda, más de cuatro millones de euros en concepto de Participación de los Tributos del Estado.
Pero allá cada uno en hacer la política que considere. Nosotros, seguiremos trabajando y reivindicando al Gobierno lo que corresponde a nuestros vecinos y, de paso, lo que corresponde a nuestros hermanos valencianos afectados por la dana, que son, nada más ni nada menos, que 100 millones de euros del fondo de solidaridad de la Unión Europea, que Sánchez todavía no se ha dignado a repartir. Por dignidad y por decencia, no hace falta que nadie se los pida.
Alcaldesa de Benicàssim y senadora
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