Opinión | EDITORIAL

Mordida al crédito de Sánchez

El contenido del informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en el que se acusa de presuntos amaños de contratos públicos y cobro de comisiones ilegales a los dos ya exsecretarios de organización del PSOE de Pedro Sánchez, Santos Cerdán y José Luis Ábalos, y al hombre para todo de este último, Koldo García, cayó ayer como una bomba en el partido socialista. Y en el Gobierno, y en sus socios parlamentarios, un perímetro de daños superior al que Sánchez quiso delimitar ayer. Su decisión de forzar la renuncia de Santos Cerdán de la secretaría de organización del PSOE y de su escaño en el Congreso de los Diputados era la mínima medida higiénica imprescindible. Pero tan insuficiente como lo fue la comparecencia posterior del secretario general socialista, que pidió perdón a la ciudadanía, se mostró decepcionado por haber depositado su confianza en Cerdán, anunció una auditoria externa de las cuentas del partido que despeje dudas sobre una hipotética financiación ilegal y, argumentando que el caso afecta al partido y no al Ejecutivo, descartó cualquier cambio en el Gabinete y se reafirmó en no volver a las urnas hasta 2027.

Puede que las explicaciones, hechas en tono de contrición, del líder socialista sean ciertas, pero es difícil que se disipe toda sombra de duda sobre el conocimiento que él pudiera tener de las actividades de sus subordinados más directos, conociendo la sagacidad de la que siempre ha hecho gala en el desempeño de su actividad política y la cautela, rozando la desconfianza, con la que parece manejarse en el trato con sus colaboradores. Es por ello que no será fácil que las sospechas de que el caso Koldo-Ábalos-Cerdán no solo afecte a los investigados, las zanje un relevo, por radical que sea, de la ejecutiva federal del PSOE. Cuando ha descartado la posibilidad de ser él el dimisionario, de someterse a una moción de confianza o de convocar elecciones, las decisiones adoptadas se presentan, incluida la dimisión de Cerdán, como un acto más de resistencia a ultranza.

Sangría

La duda razonable que permanece es si las medidas adoptadas serán suficientes para cortar la sangría que se ha abierto en el PSOE, cuya militancia, y los cargos locales que se juegan la reelección en 2026, está en shock, y para evitar que el caso afecte al Gobierno, por mucho que trate de establecer cortafuegos. Es él quien encabeza ambas instituciones y separar la acción de una y otra no le va a resultar sencillo (sobre todo cuando está en cuestión la limpieza de contratos públicos). Si se tiene además en cuenta que al caso citado, que como el mismo Sánchez manifestó es de una gravedad insoportable, se suman las investigaciones abiertas con más o menos base contra su esposa Begoña Gómez, su hermano David o el fiscal general del Estado, la labor de recuperación se le presenta titánica.

Cierto que el presidente ha dado muestras a lo largo de su trayectoria de ser capaz de salir vivo de los peores aprietos. Ninguno, no obstante, tan grave como el actual, más cercano, en su magnitud, a los que acabaron con los ejecutivos de Felipe González y Mariano Rajoy. En las próximas semanas se verá si Sánchez es capaz de prolongar la legislatura en forma de una lenta agonía, que no puede hacer más que multiplicar la inoperancia de un Gobierno sin mayoría parlamentaria, o si se dirige a una muerte súbita que queda en manos, más que de una hoy inviable moción de censura de la oposición, de la disposición de sus socios, y de su propio partido a acompañarle en este camino.

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