Opinión | A QUEMARROPA

Los buenos samaritanos

El miércoles me caí de la bici. Y no fue una caída leve. Viniendo desde la avenida Ferrandis Salvador giré por la esquina del Pingüin’s, frente al Belumar, y caí de bruces. Iba demasiado rápido, creo. De no ser por el casco no sé si podría haber escrito este artículo. El testarazo contra el suelo fue tremendo. Por eso quiero recomendar a todos los amigos de las dos ruedas que, bajo ningún concepto, salgan a entrenar, a pasear o a comprar el diario en bicicleta sin ponerse el casco.

El caso es que, mientras aún me lamentaba, echado en el suelo abrasador, intuyendo que la sangre haría acto de presencia más pronto que tarde, tres buenos samaritanos hicieron acto de presencia. Tres personas que no había visto nunca. Me socorrieron tres seres humanos con los que jamás había cruzado una palabra. No sé si eran judíos, cristianos o mahometanos. Si creían en un solo Dios o si, por el contrario, eran politeístas. Desconozco si eran de izquierdas, de centro o de derecha. No sé si eran liberales o conservadores. Ni sé ni me importa si respetaban el sanchismo o lo deploraban. Lo único relevante es que uno de ellos se colocó de tal forma que impidió que el sol me diera directamente en la cara, otro me ayudó a ponerme en pie y el tercero se ofreció a acompañarme hasta casa. Durante un par de horas confundí realidad y ficción debido al tremendo golpe en la cabeza, pero no olvido a esos tres buenos samaritanos. Fueron reales. Aún hay esperanza.

Escritor

TEMAS

Tracking Pixel Contents