Opinión | EDITORIAL

El calor mata; y la inacción, también

Las altas temperaturas pueden tener consecuencias fatales. Y esta no es una advertencia alarmista ni una frase efectista. Es una realidad demostrada y, lo que es peor, cada vez más frecuente. Este verano se ha cobrado en Castellón la primera víctima mortal vinculada directamente a la ola de calor. Un trabajador de 52 años falleció tras sentirse indispuesto en su puesto de trabajo. Un hecho que, lejos de ser un infortunio aislado, debe ser leído como ejemplo de un sistema que sigue sin reaccionar con la contundencia que exigen los tiempos y las temperaturas.

Apenas unos días antes de este lamentable suceso, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social había enviado más de 1.300 cartas a empresas de la provincia advirtiendo del riesgo de trabajar bajo condiciones térmicas extremas. En el punto de atención están sectores especialmente vulnerables como son la jardinería, construcción, agricultura, recogida de residuos, lavanderías, gasolineras, restauración y muchos otros. ¿Pero hasta qué punto estas advertencias están siendo tomadas en serio?

Las cifras hablan claro. En Castellón, unos 60.000 trabajadores desarrollan su actividad en entornos con exposición directa o indirecta al calor extremo. No es una cifra marginal. Son personas que, día tras día, realizan labores físicas, muchas veces en exteriores, otras en espacios cerrados con escasa ventilación y temperaturas sofocantes. Y lo hacen en condiciones que, en demasiadas ocasiones, no cumplen ni con los estándares mínimos de seguridad.

En este asunto, la legislación en prevención de riesgos laborales no es ambigua: la salud y seguridad del trabajador es una obligación ineludible del empleador. Esto incluye la evaluación de riesgos térmicos, la reorganización de turnos en función de las condiciones climáticas, la provisión de agua potable, el establecimiento de pausas suficientes, la disponibilidad de sombra o zonas climatizadas, y la información adecuada sobre los efectos del calor. Sin embargo, no son pocas las empresas que siguen sin aplicar estas medidas básicas. Algunas ni siquiera tienen protocolos definidos.

Campañas informativas

Y aquí es donde radica la raíz del problema: no es que falte normativa, es que falta voluntad de cumplirla y de hacerla cumplir. Las campañas informativas son muy útiles, pero no lo son si no van acompañadas de una fiscalización real y de una cultura empresarial que evite riesgos.

Los efectos del calor no siempre se manifiestan de forma espectacular. No todos los incidentes terminan en desmayos, ambulancias o titulares. Muchas veces el daño es silencioso, acumulativo, y pasa desapercibido: calambres, agotamiento crónico, agravamiento de enfermedades cardiovasculares, respiratorias o renales. Frente a esta realidad, no hay más remedio que incidir en el cumplimiento estricto de las obligaciones legales , intensificar la vigilancia.

En un contexto de emergencia climática, donde las olas de calor son cada vez más largas, frecuentes e intensas, la prevención de riesgos laborales debe extremarse y abrir una reflexión a la hora de repensar los modelos de trabajo, los horarios, las prioridades y los protocolos. El calor mata, sí, pero lo que verdaderamente mata es el descuido, la negligencia y la deshumanización del trabajo. La víctima de esta semana no puede ser parte de una estadística más. Su fallecimiento, al menos, debería marcar un antes y un después a la hora de anteponer a las personas sobre el resto de las cosas.

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