Opinión | AL AZAR

Corresponsal de prensa al revés

La prensa sigue siendo el medio más discutible para tantear el planeta, si descontamos todos los demás. Nunca se encarecerá lo suficiente la calidad del sistema inmunológico, que permite a un ser humano sobrevivir a diez minutos de un influencer, aunque los efectos sean irreversibles a partir de esta dosis. Leer periódicos es la variante menos tóxica para palpar la realidad, aunque costaría convencer de esta evidencia a una proporción creciente de periodistas. La cumbre de la pirámide noticiosa la ocupa el corresponsal en el extranjero, a quien curiosamente no se destripará aquí, solo se le dará la vuelta como un calcetín.

No he logrado olvidar la conexión desde una emisora de Madrid con su corresponsal en la guerra de Irak de 2003, el cual transmitía que «aquí no se aprecia nada fuera de lo normal». El conductor que acababa de proclamar el Armageddon se quedaba lógicamente aplastado por la realidad. No te damos voz a tres mil kilómetros para que nos informes de una suave brisa.

Apocalipsis

Por desgracia, la sinceridad del enviado a la no-guerra de Irak es excepcional. Los periodistas desplazados al extranjero se comportan como si fueran testigos del apocalipsis, los que se quedan en Madrid también asaltan el micrófono como si el fin del mundo fuera una variante gastronómica española de consumo diario. Así se va perfilando la tesis de este comentario. Se debe cancelar la tradición de enviar a un corresponsal a China para que informe de Xi Jinping, en tanto que los redactores nacionales se empeñan en que España es una realidad irrepetible. Hay que implantar los corresponsales del revés, porque Madrid se observa con mayor perspicacia desde Asia, y Pekín desde Alcobendas. El resto es teletrabajo.

Periodista

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