Opinión | LA VENTANA DE LA UJI

Castellón

El derecho a ser: visibilidad, memoria y orgullo

Cada mes de junio, las calles de Castelló, como las de tantos otros pueblos, barrios y ciudades, se llenan de colores, pancartas, música y cuerpos diversos que marchan con orgullo. Pero más allá del ambiente festivo, el orgullo LGTBIQA+ (lesbianas, gais, personas trans, bisexuales, intersex, queer, asexuales y otras identidades disidentes) representa, ante todo, una necesidad. Es una forma de decir: «aquí estamos», de ocupar el espacio público sin miedo, y de recordarnos a nosotras mismas y al mundo que todavía queda mucho por conquistar.

Porque el orgullo no es solo un día al año ni una simple celebración. Es, sobre todo, una fecha política. Un espacio donde alzamos la voz para reivindicar derechos que, aunque en su momento parecían consolidados, hoy vuelven a estar en riesgo. En los últimos años hemos visto cómo se multiplican los discursos de odio, cómo la intolerancia se cuela con normalidad en ciertos espacios, y cómo se recortan leyes que antes nos protegían. Ante este panorama, salir a la calle no es solo un acto simbólico: es vital, es necesario y, muchas veces, es un acto de valentía. Pero no queremos seguir siendo valientes solo por existir. Lo que realmente queremos es ser libres. Porque ser quienes somos no debería ser un privilegio: debería ser un derecho.

Al tomar las calles también decimos que existimos, que amamos, que sentimos, que estamos aquí. Que no somos pocas ni iguales. Que nuestras vidas no caben en un molde, ni en un estereotipo, ni en un margen, ni en la homonorma. Ser parte del colectivo LGTBIQA+ no significa una única forma de vivir: convivimos experiencias muy distintas, marcadas por la clase social, el origen étnico, el género, la edad, el cuerpo, la salud mental, la identidad... Por eso, una mirada interseccional es imprescindible. Porque no todas partimos del mismo lugar ni tenemos las mismas herramientas para vivir con libertad. Y ese respeto que exigimos debe construirse desde la empatía, no desde la condescendencia.

En este camino, la visibilidad y la memoria son esenciales. Necesitamos referentes. Y necesitamos saber de dónde venimos. Recordar a quienes estuvieron antes, a quienes se atrevieron a alzar la voz cuando eso podía costarles la libertad, la familia, el trabajo o incluso la vida. A las personas trans que resistieron desde las periferias, a las lesbianas que se organizaron en la clandestinidad, a los hombres gais perseguidos por su deseo, a quienes lucharon contra el estigma del VIH. Pero también necesitamos referentes vivos, cercanos, diversos. Que una niña lesbiana pueda verse reflejada en una científica, una escritora o una deportista. Que las personas no binarias, intersex o asexuales encuentren voces con las que sentirse identificadas. Porque no se trata solo de mirar al pasado: se trata de sostenernos en él para defender lo que somos hoy. Como decimos tantas veces: «la visibilidad salva vidas y la memoria construye raíces». Y cuidar esa memoria es una forma de justicia, pero también una manera de protegernos frente a quienes pretenden invisibilizarnos o borrarnos.

El orgullo también es memoria. Y en él recordamos con alegría y fuerza política a quienes abrieron camino, a quienes resistieron cuando todo estaba en contra, a quienes ya no están. Y lo hacemos sin olvidar que lo ocurrido en Stonewall, en 1969, fue un disturbio y no una fiesta. Fue un acto de rabia, de resistencia y de dignidad frente a la violencia policial y la represión. Ese espíritu sigue vivo cuando salimos a las calles.

Muchas personas LGTBIQA+ hemos crecido aprendiendo a escondernos. A bajar la voz. A cambiar nuestra manera de vestir, de hablar o de amar para no ser señaladas. Por eso, tener un día en el que podamos salir a la calle sin pedir permiso, con la cabeza alta y el corazón abierto, sigue siendo fundamental. No estamos aquí para pedir aceptación. Estamos aquí para ejercer una libertad que aún no es real para todas. Y no lo será hasta que nadie quede fuera de la lucha. Porque el orgullo es de todas, de todes. Y debe ser un espacio donde nadie, absolutamente nadie, se quede atrás.

Este junio hemos vuelto a salir. Por quienes vinieron antes y por quienes vendrán. Por quienes aún no pueden mostrarse tal como son. Por quienes vivieron el miedo en silencio. Por quienes necesitan verse reflejadas en otras. Y por todas nosotras, que lo único que queremos es vivir en paz, con dignidad y sin miedo.

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