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Opinión | VIVIR ES SER OTRO

Series serias

De vez en cuando hablo aquí de series, de cine. Hoy me apetece también porque he visto algunas sobresalientes. Tanto Furia como Enemigos, dos películas españolas, me han sorprendido para bien. No soy muy de cine patrio, que pienso se pierde cuando intenta imitar al de Hollywood. Por el contrario, cuando se crean películas intimistas, enfocadas en el detalle, puede conseguir resultados exquisitos. Las dos mencionadas lo logran, la primera abordando un asunto peliagudo, la violencia contra las mujeres, la segunda rehuyendo, más que tratando, un tema muy manido como es la venganza. Dos obras valientes, rodadas con el corazón y desde una óptica original.

Pero hoy quería compartir mi entusiasmo por una serie americana. Ahora mismo diría que es mi miniserie favorita. Y quiero aclarar esto antes de seguir. No es lo mismo una ficción que dure varias temporadas como The Sopranos o The Wire, por citar dos que me encantaron cuando las vi (en verdad, las dos veces que las he disfrutado enteras), que hablar de series autoconclusivas en un puñado de capítulos. Aquí The Night Of estaba arriba del todo. Creo que este tipo de producciones, más cortas, les ganan en agilidad, lo que impacta más en el televidente y las vuelve más memorables. No quiero olvidar dos producciones bélicas que son, a mi parecer, también magistrales: Brothers in Arms y The Pacific. Ambas cuentan con una única temporada y no necesitan más.

Voy ya a la recomendación, sin más retruécanos: I Know This Much Is True traducida al castellano como La innegable verdad. Basada en una novela de un tal Willy Lamb (desconocido por completo para mí), se estrenó hace cinco años. Pasó bastante desapercibida entonces y no he visto un entusiasmo excesivo por ella. Modestas valoraciones, cero éxito de público, ningún premio salvo a su actor protagonista, Mark Ruffalo, quien ganó, entre otros el Globo de Oro por su doble interpretación en esta serie. Las que he nombrado antes, por ejemplo, gozan de un reconocimiento absoluto tanto entre el público como entre la crítica. Entonces, ¿por qué me ha entusiasmado a mí tanto y, parece, solo a mí? Tengo una explicación para que esto haya sucedido con La innegable verdad: creo que es la miniserie más triste que he visto nunca. Solo es recomendable si está uno dispuesto a sufrir un capítulo detrás de otro, a cual más, hasta completar los seis episodios que la componen. ¿Quiere esto decir que soy un masoquista al que le gusta pasarlo mal? No diría tanto, pero sí estoy un poco harto del buenismo, de los finales complacientes que nos dejan satisfechos, con una cierta idea de justicia. Eso lo dejo para otras esferas de la vida, por ejemplo, para mi realidad: quiero sufrir lo menos posible en ella. Pero cuando me siento delante de la tele o cojo un libro, lo que busco es otra cosa. No abundaré en ello porque lo expliqué, más o menos, la semana pasada. En el mundo real, los finales felices no se dan en la misma proporción que en las pelis que más triunfan o en los best seller de turno.

Ahí va mi recomendación y al mismo tiempo mi aviso: la serie no es para todos y tengan los pañuelos a mano que les van a hacer falta si se deciden a verla. ¿De qué va? Eso es lo de menos.

Editor de La Pajarita Roja

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