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Opinión | RECONTRA

Sin bocadillo (III)

Que Alfred Nobel fue quien inventó la dinamita y que lleven su nombre los prestigiosos Premios de la Academia Sueca, ya es curioso. Tiene sentido el de química o el de física. Pero ¿el de la paz? ¿El de literatura? Dinamita, paz y literatura no los pondría yo jamás en el mismo saco. Pero puestos a ser creativos proponer darle el Premio Nobel de la Paz a Donald Trump tiene la misma lógica que darle un cartucho de dinamita encendido al presidente de USA. Tal vez la lógica sea simple: si premiamos al matón del patio, quizá se calme. Una especie de soborno global, con medalla incluida. «Toma, Donald, aquí tienes un Nobel. Pero prométenos que esta vez no vas a amenazar a nadie más».

Ya que estamos, ¿por qué parar ahí? Trump podría optar al Nobel de Literatura, por su prolífica obra en 280 caracteres, que redefinió el realismo mágico con cada tuit. O al de Física, por desafiar las leyes del espacio-tiempo con su peinado. Incluso al de Matemáticas, por demostrar que las multitudes en sus ceremonias de toma de posesión siempre son incontables. O el Nobel de Medicina, por su revolucionaria sugerencia de inyectarse desinfectante para curar el covid-19. Un auténtico avance científico, digno de figurar junto a Pasteur y Fleming. O el merecidísimo Nobel de Economía, su visión es magistral: bajar impuestos, subir deudas y arreglarlo todo con aranceles a tutiplén y con eso el mundo a sus pies. No está todo perdido Donald. Aún te pueden dar un par de premios Nobel. Hay que calmar a la fiera, no sea que utilice más dinamita en el patio.

Urbanista

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