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Opinión | LA RUEDA

Educación inclusiva

En este ambiente tan revuelto que padecemos, se agradece encontrar noticias que levanten el ánimo, porque hay más personas de lo que pensamos dispuestas a crear un mundo mejor, que empatizan con su entorno y no dudan en apoyar a quienes tienen más difícil su existencia. Es la labor que se viene haciendo desde la Organización Nacional de Ciegos (ONCE), desde hace un par de siglos y de la cual forma parte el Centro de Ayuda, para integrar a los alumnos invidentes en la enseñanza reglada elegida por sus padres.

El inicio de la vida careciendo de un sentido tan esencial como la vista tropieza con un sinfín de obstáculos tal, que ni siquiera los mejor dotados podrían desenvolverse con éxito. Precisan de unos materiales adaptados, del conocimiento del Braille y de un esfuerzo descomunal. Así, Sagrario Marchamalo, licenciada en la especialidad de Geografía e Historia, consciente de esas dificultades, ha desarrollado un sistema de maquetas en relieve susceptibles de explorarse gracias al tacto. Los alumnos, después de familiarizarse con estas herramientas y otras similares están en mejor disposición para incorporarse al centro escolar seleccionado sin que ni ellos ni sus compañeros de aula sufran de ningún modo menoscabo en el aprendizaje, al tiempo que el profesorado puede continuar con sus labores habituales de apoyo.

Autoestima

No existen disminuidos ni discapacitados. Tan solo personas con diferentes capacidades y aptitudes. Unos destacan en ciertos aspectos o áreas; otros lo hacen en campos distintos. Y todos se desenvuelven mejor merced a un buen bagaje de autoestima, que crece cuando se alcanzan los objetivos deseados. Una sociedad que distinga entre diligencia y pereza; en la que se promuevan los valores humanos y la cooperación, en lugar de ensalzar a quien esquilma el trabajo ajeno, redunda en ese mundo mejor que anhelamos.

Escritora

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