Opinión | VIVIR ES SER OTRO
Manos históricas
La mano más famosa del fútbol fue la de Maradona en el Mundial de México, hace ya casi cuarenta años. El astro argentino metió un gol, ilegal a todas luces, contra la Inglaterra con la que su país había tenido una guerra poco antes. Pocos minutos después, el Pelusa nos regaló a todos el que se considera como el mejor gol de la historia. Desde su propio campo, regateó a cuantos ingleses se le pusieron delante, portero incluido, hasta certificar el tanto. Pero, de no ser por el gol con la mano, quién sabe si el gran Diego Armando hubiese llegado a ser campeón del mundo. En un mismo partido convivieron la grandeza y la picardía, la sinfonía y la ópera bufa.
En 2021 un descubrimiento arqueológico puso patas arriba a la comunidad científica nacional. La llamada Mano de Irulegi es un objeto de bronce creado hace más de dos mil años y que contiene una inscripción supuestamente en protovasco, la más antigua de esta misteriosa, fascinante y enrevesada lengua. Aquí se produjo un choque de trenes de tintes tan apasionados como los del mundo futbolístico. Sectores del nacionalismo vasco vieron en ello una prueba más de su singularidad. Y ojo que esta vez, a diferencia de lo sucedido con un objeto similar encontrado en Iruña-Veleia, el debate no se centró en la autenticidad sino en la interpretación.
La mano broncínea contiene una inscripción en un signario paleohispánico similar al ibérico, pero con algunas letras ajenas a este sistema y que sí aparecen en textos vascones posteriores. La polémica más grande es si la palabra con la que comienza, sorioneku, que recuerda mucho a la actual palabra en euskera que significa «buena fortuna», realmente es vasca o no. Difícil saberlo y los estudiosos no se ponen de acuerdo. Eso ha acabado, cómo no, azuzando a los nacionalismos vasco y español.
Y es que no hay manera humana de separar la investigación histórica de la realidad política. Se ha hecho siempre y, me temo, no dejará de hacerse nunca.
Dignidad
Pues bien, en la prestigiosa revista Desperta Ferro la ilustradora de la portada de un número sobre los vascones coló la palabra «España» en mitad de la Mano de Irulegi que adornaba la figura principal de un hombre que, además, recordaba mucho a Dani Rovira, protagonista de Ocho apellidos vascos, haciendo trizas la seriedad de la publicación y su rigor histórico. En un gesto que les honra y da cuenta de su dignidad como editores, retiraron la publicación. Una rectificación de la que algunos políticos deberían tomar ejemplo. Equivocarnos nos pasa a todos, reconocerlo y actuar en consecuencia queda en manos de unos pocos, los mejores quizá.
La autora de la torpeza, la ilustradora, se escuda en que se trataba de una broma en una versión previa que, por error, se coló como definitiva. No me lo creo porque la palabra estaba camuflada, de tal modo que fue un lector avispado quien la descubrió y no la gente de la revista. Las bromas se hacen con estruendo, no entre susurros.
Hay que ver cuán polémicas pueden llegar a ser las manos. La del argentino y la vasca (o no) son ejemplos claros.
Editor de La Pajarita Roja
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