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Opinión | A quemarropa

Banco de alimentos

Esta semana hemos leído que el banco de alimentos de Castellón busca mil doscientos voluntarios para alcanzar donaciones de comida que superen los trescientos mil kilos. Lo primero que cabe recordar es que el banco de alimentos cumple una función social de enorme relevancia y que, si no existiera, habría que inventarlo. El banco de alimentos es fundamental y, quienes lo componen, representan lo mejor, lo más generoso y comprometido de nuestra sociedad. Representan el bien en su sentido más amplio. En lo absoluto.

Dicho esto, la duda es pertinente. ¿Una provincia como Castellón necesita que se repartan trescientos mil kilos de comida? ¿Cuánta pobreza hay oculta en nuestras calles? ¿No somos un país del primer mundo? ¿Los datos macroeconómicos no indican que somos una potencia de primer orden? ¿La economía no va como un tiro, según el Gobierno?

La respuesta a esta última pregunta es simple. Es un no. Un no rotundo. Concluyente. Incontestable. Demoledor. Nuestra economía no está en un momento dulce. Hay mucha gente pasándolo mal o muy mal. Los precios no paran de subir y los responsables últimos de esto son nuestros gobernantes, nuestros políticos. Esa deleznable casta que se autodenomina progresista pero que no sabe qué es el progreso.

Que la labor del banco de alimentos sea tan necesaria, entiéndanme bien, queridos lectores, es una pena. Es desolador. Abrumador. Aprovecho esta humilde columna para apoyar la causa y pedirles su solidaridad.

* Pablo Sebastiá es escritor

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