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Opinión | Carta del obispo

Misioneros de esperanza

Este domingo, 19 de octubre, celebramos en toda la Iglesia católica la Jornada Mundial de las Misiones bajo el lema Misioneros de esperanza entre los pueblos. En nuestro mundo hay síntomas claros de falta de esperanza. El hombre y la mujer de hoy tienen miedo al futuro. Se percibe el agotamiento de una civilización basada en el desarrollo ilimitado, en la expansión técnica y en una visión del ser humano, que se quiere crear a sí mismo. Vivimos amenazados por guerras cercanas y lejanas, catástrofes naturales y crisis recurrentes. En el mundo desarrollado avanza la desorientación, la falta de sentido de la vida y de acogida de la vida humana, la soledad no deseada, el abandono de los ancianos y la falta de solidaridad. Cada vez aparece más la codicia que genera egoísmos, guerras, hambrunas y desplazamientos.

Tampoco la Iglesia está libre de peligros que la debilitan en su tarea evangelizadora. Sin darnos cuenta, nos vamos alejando de Cristo Jesús que da sentido a nuestra vida y esperanza a nuestra misión. Cerrados en nuestros pequeños espacios, olvidamos la llamada que Cristo hace a su Iglesia de ser una esperanza que no defrauda y dar testimonio de ella mediante una vida fraterna y misionera.

El Domund recuerda a toda la Iglesia nuestra vocación fundamental a ser mensajeros de esperanza, anunciando a Cristo: Él es la esperanza que no defrauda. Antes de nada hemos de centrarnos en Cristo, muerto y resucitado, para la vida del mundo y avivar nuestra fe en Él y la vida cristiana.

Jesús es también el modelo supremo para todos aquellos que llevamos adelante la misión recibida de ser sus testigos hasta el fin del mundo, incluso en las pruebas extremas. Jesús «pasó haciendo el bien y curando a todos» del mal y del Maligno (cf. Hch 10,38), devolviendo la esperanza en Dios a los necesitados y al pueblo. Como Cristo, también sus discípulos hemos de prolongar la misión que Él nos ha confiado ofreciendo la vida por todos en medio de las gentes. Así lo hacen tantos misioneros a quienes tenemos presentes en nuestra oración y les mostramos nuestra solidaridad.

* Casimiro López-Llorente es obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón

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