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Opinión | BABOR Y ESTRIBOR

Azaña sigue vigente

Manuel Azaña, presidente de la II República, curiosamente no suele ser referente para aquellos entregados en cuerpo y alma a sacar jugo del invento cainita de Zapatero con el nombre inicial de Memoria Histórica. Atizador del pasado luego amplificado y utilizado por el sanchismo y aliados de extrema izquierda, en el interés de sostener sus intereses políticos apoyándose en la tragedia entre españoles iniciada hace casi noventa años y continuada durante cuatro décadas bajo el mando único de Franco. Quienes largan, mediante argumentario, sobre tan crucial periodo deberían leer el libro de Azaña La velada en Benicarló. Tal vez el más importante testimonio sobre el fracaso del Frente Popular en detrimento de la causa republicana. Meses antes el estadista, afectado por las brutales consecuencias del descontrol revolucionario, había proclamado: «No quiero ser presidente de una República de asesinos». El drama de la propia pugna y desorganización de los partidos de izquierda impulsó a Azaña a escribir sobre aquel escenario: «La guerra está perdida, pero si por un milagro la ganáramos, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejaban».

Rosa Díaz acaba de publicar un libro, toda una punzada al reverdecer de las dos Españas, en el que asegura: «Zapatero fue el cáncer, Sánchez la metástasis». La polarización social del país colisiona con las entendederas de muchos de aquellos lanzados a celebrar el fin del franquismo, la misma madrugada que la radio anunciaba la muerte del dictador. Suelo recordar el descorche de una botella de sidra con la euforia del estudiante de 15 años deseoso de poder cumplir el deseo de Salvador Allende de caminar como hombre libre. Nací en el seno de una familia de raíces republicanas y a excepción del recuerdo del hermano de mi abuelo paterno, exiliado en Inglaterra y considerado un héroe por la Royal Navy tras participar en la Segunda Guerra Mundial, debo confesar la suerte de no haber tenido conciencia de vivir momento alguno de represión en el seno más íntimo. Los presos políticos, las sentencias de muerte, la brigada político social, el partido único, el sindicato vertical, la ausencia de democracia y todos los elementos coercitivos de las libertades sumados en el ADN de la dictadura, resultan elementos indeseables en cualquier sociedad cuyo bien más preciado debe ser la libertad, Voltaire dixit.

Oportunismo

Conviene mirar atrás para celebrar cuánto hemos avanzado, en lugar de resucitar fantasmas superados en la Transición, o eso es lo que creímos quienes protagonizamos, ya como ciudadanos libres, el periodo del abrazo y la reconciliación entre las legítimas víctimas e irrefutables verdugos de las dos Españas. Cincuenta años después del entierro físico y político de Franco, sigue resurgiendo el drama utilizado desde el oportunismo de un bloque de izquierdas unido por mantener su particular poder. Igual Azaña volvía a rubricar lo escrito en la guerra civil: «Política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta». La opinión de Don Manuel sigue vigente.

Periodista y escritor

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