Opinión | BABOR Y ESTRIBOR
La mantequilla de Perpiñán
Carles Puigdemont, el prófugo que preside Junts, comenzó el lunes, desde la localidad francesa de Perpiñán, una nueva mañana destellando en el circo político asegurando sonriente: «Estoy muy contento de estar en Cataluña». Horas después Puigdemont, tras lanzar una farragosa introducción en la que desveló que han sido diecinueve las reuniones con el PSOE en Suiza y resaltando su posición de víctima, según él traicionado por Pedro Sánchez, anunció categóricamente la ruptura con el Gobierno de España. Pilar Rahola, la portavoz mediática del fugado, enfatizó que Junts pasa a la oposición, señalando a Zapatero como principal estafador político, siguiendo instrucciones de Sánchez, en sus bonancibles contactos al otro lado de Los Pirineos. Obviando Rahola el papel del preso Cerdán, cuyo talante tan bien caía a los herederos de Jordi Pujol establecidos en Waterloo. En fin, volviendo al nudo principal de este nuevo y vergonzante vodevil, no hay que olvidar que entre pillos anda el juego. El de la Moncloa es consagrado maestro de la picaresca, de cuando los principios morales eran superfluos y el catalán ungido de president es un delincuente perseguido por la justicia española. En semejante tesitura de escarnio general para los ciudadanos, Puigdemont ha reiterado que queda rota la mayoría de investidura, subrayando, refiriéndose al jefe del Ejecutivo, que: «Podrá tener poltronas pero no gobernar». Hombre, senyo Carles, para este viaje no hacían falta alforjas. A no ser que el teatrillo escenificado tenga más carga de la percibida y conociendo al presidente del Gobierno y secretario general del PSOE esté dispuesto a llevar más allá de lo ya increíblemente demostrado la forma de entender la ética, resumida en la personal manera de aplicar el aforismo español basado en el estoicismo, desteñido por Sánchez, de «hacer de la necesidad virtud». Puigdemont, lector de Lampedusa, suelta una milonga con la inocente intención de hacernos creer que desde ahora todo cambia, mientras todo sigue igual, o parecido.
Desde Ferraz dan sensación de tranquilidad y mantienen la mano tendida a los independentistas que ahora dicen ser oposición. Al igual que en Sánchez, no sería extraño un cambio de opinión en Puigdemont, por más firme que parezca la decisión de ruptura. Un colega reflexionaba sobre el lugar elegido por Junts para romper con Sánchez. En los últimos años del franquismo los cines de Perpiñán eran frecuentados por españoles ávidos de descubrir cómo en la oscarizada película de Bertolucci, El último tango en París, Marlon Brando compartía en la cama mantequilla con Maria Sneider. Igual Puigdemont, a fin de hacer más llevadera una posible reconciliación in extremis, previa bajada de pantalones, guarda para la ocasión la mejor mantequilla procedente de las vacas catalanas de la francesa Perpiñán. Nunca se sabe. Ante tanta estulticia política y tomadura de pelo, me es imposible evitar caer en el estrambote cuando redacto esta columna de tan incierto realismo político. Más propia del esperpento de Luces de bohemia, con permiso de Don Ramón del Valle-Inclán.
Periodista y escritor
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