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Opinión | A FONDO

Todo no vale en política

Los hay quienes se dedican a tergiversar intencionadamente los hechos e informaciones sacándolos de contexto y viven lanzando bulos con ánimo de generar desestabilización, lo que acaba intoxicando el debate público convirtiendo a quienes lo reciben en meros instrumentos a merced de la manipulación ajena debilitando, con ello, el espíritu crítico.

El último capítulo de este fenómeno, lamentablemente, lo vivimos con bochorno durante el pasado pleno municipal de Benicàssim, pues el concejal no adscrito, quien en 2023 encabezó la lista como candidato del PSOE-PSPV de Benicàssim y, un año después, abandonó la disciplina de su partido, protagonizó una de las escenas jamás vividas en nuestra política municipal. Con una actuación teatralizada y sobreactuada, que ahora intenta justificar ante la opinión pública, evidenció que navega en solitario, a la deriva y sin partido que lo cobije, lo que le convierte en mero mercenario de la desinformación en redes sociales.

Y es que en una de sus últimas publicaciones, trata de justificar su inaceptable comportamiento como representante político, sacando de contexto su consecuente expulsión del pasado pleno en el ayuntamiento de Benicàssim. Tergiversando la realidad, manipulando el relato de los hechos ocurridos y cocinando su propia versión, cuando la verdad es mucho más demostrable, ya que cualquier ciudadano puede acceder a cualquier acta de la sesión plenaria y, sin sesgos ni recortes oportunistas, sacar su propia conclusión.

Miren, si los vecinos y vecinas de Benicàssim quieren saber por qué el concejal sin partido tuvo que abandonar su escaño comprobarán que la razón es clara y simple: porque vulneró el reglamento municipal con una conducta tan irreverente hacia el pleno, como impropia de quien representa a la ciudadanía de Benicàssim. Por eso y por nada más fue expulsado del pasado pleno. No por manifestar su libre opinión que siempre le respetaremos, aunque no compartamos. Porque en eso consiste la política, en respetar las opiniones de los demás y defender las propias.

El cargo de concejal, si bien es un honor, no es un privilegio personal; ni debería usarse como una tribuna para el agravio y el insulto; ejercer las funciones de concejal, implica una responsabilidad para con la ciudadanía y conlleva implícito el mandato del servicio público. Por eso, no extraña que hoy muchos de sus propios votantes se sientan defraudados y le reclamen que se vaya.

Pero parece que el concejal no adscrito es de los que opina que en política todo vale y que la era de los bulos ha llegado para quedarse, creando crispación y creando con ruido un hábitat natural en el que poder sobrevivir y acudiendo a la celebración de cada pleno predispuesto a la trampa, las descalificaciones y tono tabernario. Pero eso es incompatible con el respeto que merecen nuestros vecinos, e incompatible con el decoro institucional.

Deteriorar la imagen de Benicàssim, condicionar a la opinión pública, generar inestabilidad con conductas y expresiones impropias de un representante político, no solo está contribuyendo al descrédito institucional, si no también al suyo propio, algo que más pronto que tarde le pasará factura.

La misma factura que pasará al presidente Sánchez, quien tras comparecer el pasado jueves en la comisión del Senado sobre el caso Koldo, tuvo el cuajo durante su comparecencia de calificarla de «comisión de difamación» y el trabajo que en ella se hace de «circo», mostrando un absoluto desprecio por la institución y por una comisión que investiga la financiación del PSOE y del presunto reparto de sobres con dinero que, al parecer, se realizaban entre los responsables de su partido.

Refugiado en el cinismo

Sánchez acudió refugiado en el cinismo y repitiendo el mantra de un «no me consta», contribuyendo a degradar más la vida institucional y ensanchar la brecha de la desafección política. Algo muy peligroso que debería empezar a preocuparnos a todos los españoles, porque si todo el mundo pasa de la política, un autócrata como él, puede acabar haciendo lo que le venga en gana.

Tanto el uno como el otro demuestran actitudes impropias de representantes públicos que evidencian su absoluta desconexión con la ciudadanía, evidenciando que solo viven alimentándose de la crispación y la confrontación política. Sin estos ingredientes se quedan sin espacio, sin relato y sin razón de ser.

Como siempre, estoy convencida de que la verdad acaba saliendo a flote. Y cuando eso ocurra, ni los likes, ni los discursos huecos, ni las risas forzadas, les servirán de salvavidas donde poderse agarrar. Porque la política y el servicio publico, cuando se siente de verdad, no soporta por mucho tiempo el postureo de salón.

Alcaldesa de Benicàssim y senadora

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