Opinión
¿Hasta cuándo abusarás, Mazón, de nuestra paciencia?
Han discurrido muchos días desde la dana. Y han pasado muchísimas cosas. Pero, desde algunos puntos de vista, el tiempo parece detenido. Las víctimas y, con ellas, el pueblo valenciano, merecen, a la vez, la superación de las desgracias más apremiantes para poder reconstruir la esperanza. Y no merecen el olvido: de esta pesadilla no se despierta de golpe. Esa contradicción es profundamente política. Sé que no es eso lo que quiere escuchar numerosa gente, harta de política. Pero es que, se haga como se haga, lo protagonice quien lo protagonice, este proceso de tomar decisiones, de evaluar cortes, de establecer prioridades, de recabar fondos, de administrar gestos y palabras de consuelo, es política. Y política especialmente densa para momentos como este, de emociones desbocadas. Política democrática, sujeta a reglas de mayorías y minorías, a contrapesos, a controles, a garantías. En la democracia todo parece más complicado, pero, por lo general, las catástrofes gestionadas por ellas se resuelven mucho mejor que aquellas que se producen en regímenes dictatoriales. Hay toda una geografía del horror por accidentes –evitables o no- durante el franquismo de los que ni siquiera sabemos aún el número de afectados. Habrá quien diga que la rapidez procedimental de los sistemas autoritarios es preferible. Pero será la rapidez de la mentira, del ocultamiento, del desvío de fondos, de víctimas silenciadas. ¿Algunas de esas cosas pueden pasar en las democracias? Sin duda. Pero hay todo un entramado de seguridad y dignidad que, pese a todo, lo reduce al mínimo.
Que funcionen estos mecanismos plantea dilemas morales porque la democracia se fundamenta en la autonomía de la política, que se basa sólo en el consentimiento ciudadano sin imposiciones de élites económicas o ideológicas. Por simplificar: quien está en el poder puede intentar seguir en el poder y quien está en la oposición puede intentar alcanzar el poder. Pero eso, que es legítimo, no significa que no tenga límites. ¿Debe el que está en el poder intentar afianzarse a costa de incrementar el daño?, ¿debe el que está en la oposición acentuar los perfiles negativos para perjudicar al que gobierna o debe colaborar en la reconstrucción renunciando a mayores alborotos?, ¿deben, unos y otros, priorizar el recuerdo o el futuro? No son alternativas estratégicas fáciles.
En el caso de la tragedia valenciana la cuestión adopta perfiles especiales. Por decirlo claramente: la única posibilidad que tenía el PP de poder cumplir los requisitos mínimos para pedir una relativa continuidad gubernamental para dirigir la reconstrucción, era que Mazón hubiera sido capaz de dar un tinte trágicoa su tarea: transferir al destino la causa del terror al que, sin embargo, se enfrentó con valor y determinación. Eso exigía una aflicción perceptible por las víctimas, asumir las lágrimas de todos. Pero no sólo no lo ha hecho, sino que ha ido convirtiendo todo en un terrible sainete que nos mantiene atados a la tarde del 29 de octubre. Mazón y su entorno vacío nos tienen allí, escarbando en el otro barro, el de apariencias y misterios. Contra lo que anunció no hace sino esparcir su culpa, por sí mismo o por sus allegados. Ha permitido hasta una crisis en la UE por ver si transfería su culpa al Gobierno del Estado. Cualquier pregunta tiene por respuesta el nombre de otro dudoso culpable. Con tanta cobardía no se erigen mitos.
La narración que ha hecho su comensal es abrumadora -¡y menos mal que no tomaron gin tonics!-: la imagen del Molt Honorable consultando en un ordenador un curso de oratoria mientras moría la gente a pocos quilómetros, es propia de una novela de Stephen King: es terrorífica por sus implicaciones. Ysigue habiendo huecos. Y gente que necesita cerrarlos. La oposición aún está ahí. Y poca cosa se le puede reprochar. Y tanto más cuando la aritmética parlamentaria, pese a lo que diga alguna ignorancia, impide articular una salida según las previsiones estatutarias. Pero no le quedará mucho tiempo: la oposición –Compromis y PSOE- también tendrá que empezar a definir los términos de la reconstrucción y alternativas de futuro en materias conexas. No podemos quedarnos en un relato centrado en la memoria –aunque sea imprescindible-: hay que andar futuros.
Pero los pasos de Mazón, insisto, están lastrados por su propio peso, por el de su impericia y volatilidad. Sigue teniendo paralizado todo el país, que existe a pesar de la dana. Comienza con contratos a gentes de dudoso ser y peor estar y ya lanza las sombras endémicas de la corrupción con las que el PP suele adornar estas cosas. Contra toda experiencia ha demorado, fragmentado hasta lo ridículo, la recomposición de su gabinete y seguimos sin saber para qué sirven varios de sus consellers. Y nombra a un antiguo Capitán General como Vicepresidente. ¿Ha sido iniciativa de él? Muy pocos se lo creen. El camino hasta el Palau debe haber pasado por Madrid. El generalato no imprime carácter sacramental, como el orden sacerdotal, por lo que, a partir de ahora, es más correcto hablar del ciudadano Gan o del Vicepresidente Gan, por la misma razón que no hablamos de la empresaria tal o del médico cual cuando nos referimos a otros miembros del Consell. Este comentario no pretende ser denigratorio, ni mucho menos, pero sí poner algunas cosas en su sitio.
De hecho esta semana he comentado a mucha gente que, siendo Conseller, tuve ocasión de colaborar con el Teniente General y que siempre encontré en él –y otros miembros de El Botànic opinarían lo mismo- a un hombre serio, concienzudo, amable y culto. Igualmente debo manifestar que el anuncio de su advenimiento me causó una cierta perplejidad. Por un lado aprecio sus cualidades. Por otro me desconcierta que la CV –y el PP de la CV- no pueda disponer de quien ocupe la más que honrosa tarea de coordinar la reconstrucción. Y digo coordinar y no dirigir porque eso, como eje de la política que queda, corresponde al President –a esta hora aún Mazón-. También aconsejé prudencia en algunas críticas: su discurso debe haber gustado a muchos afectados por la dana. Lo malo ha venido después.
Reiteradas declaraciones de Gan, nombramiento en la cadena de mando y la recuperación de citas textuales en libros y otras entrevistas, me preocupan. La principal es su lejanía de la política. Creo que entiendo lo que quiere decir, sólo que: A) No puede hacerlo sino es incumpliendo leyes esenciales e ignorando el pluralismo inscrito como valor en el artículo1 de la Constitución; y B) Esa opinión es altamente política y no sé si en este momento es admisible un elitismo voluntarista, una suerte de democracia que otorga todo el poder al que tiene la mayoría. Porque su nombramiento se produce en la medida en que lo decide alguien elegido por las Corts y ello le obliga a estar sometido al control parlamentario, que es un control político, no técnico, no jurídico, y al escrutinio de la opinión pública a través, sobre todo, de los medios de comunicación así como a un sistema de transparencia Y, además, por diversas razones, podría ser el encargado de sustituir temporalmente al President. En todo caso forma parte del Consell, “órgano colegiado”, que “responde solidariamente”, según el Estatut. Una cosa, por lo tanto, es la creación extraordinaria de una Vicepresidencia y otra que quede al margen de la política. Distinto hubiera sido si, por ejemplo, se le hubiera nombrado Comisario, inscrito en el Gabinete del President, y éste asumiría toda la responsabilidad política por sus actos. ¿Pero hubiera aceptado entonces?
¿Se lo podría haber explicado Mazón? No. Mazón ya no está para explicar nada. Ni con unas clases de oratoria que le den. En anteriores artículos he expresado mis dudas sobre la conveniencia de la dimisión de Mazón para evitar que se incrementara el agujero en la gestión de la crisis. Pero ya no tengo dudas: cada minuto errático que Mazón sigue ocupando la Presidencia esabrecha se amplía. Son tantos los desafueros, las dudas colgantes, los mutismos no colmados, que todo lo que se sabe impide que el duelo se haga con una cierta normalidad. Su presencia propaga la amargura e impide que la reconstrucción se haga desde premisas basadas en la transparencia. De él podría haberse dicho lo que Suárez dijo de sí mismo, que era “un chusquero de la política”: pero se le ha acabado la soldada, se ha ganado la licencia. No podemos decir que el valor se le supone, pero sí que, como dijo también Suárez, su dimisión elevaría a la categoría política de normal lo que en la calle ya es normal, esto es: que, en realidad, ya se ha ido, que la autoridad inherente al cargo la perdió y sigue perdiéndola a cada minuto que prorroga la agonía.
- Una discusión en una panadería por pedir una barra de pan en catalán acaba en los juzgados
- Incendio a primera hora de la mañana en el centro de Castelló
- Incendio en una empresa cerámica de Castellón
- Dick Schreuder ya tiene equipo después de dejar el Castellón
- Niño Becerra asusta a los españoles con su predicción: 'Llegará antes de lo que se piensa
- El nuevo SEAT Ibiza que arrasa por solo 12.900€: Joven, conectado y económico
- El PP pide en el Congreso modificar la ley de costas para blindar como BIC les 'casetes' de Nules y Torre la Sal
- De película: un ladrón se echa a un pantano de Castellón para huir pero acaba atrapado y rescatado