Jaime Corral, neumólogo: "Estar activos cuando deberíamos relajarnos eleva el cortisol, la adrenalina y dificulta el sueño"

El uso nocturno de dispositivos electrónicos y los cambios hormonales propios de la adolescencia agravan los problemas en el descanso de los jóvenes, algo que tiene consecuencias a largo plazo

Jaime Corral Peñafiel, jefe del Servicio de Neumologia del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres.

Jaime Corral Peñafiel, jefe del Servicio de Neumologia del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. / Cedida a El Periódico

Rocío Muñoz

Parece casi un eslogan escuchar que los adolescentes se acuestan tarde y se levantan rozando el mediodía, pero según los expertos, en muchos casos no se trata de una elección.

Durante la adolescencia, el inicio del sueño se retrasa por cambios hormonales, aunque en la sociedad actual, a esta predisposición biológica se suma el uso de dispositivos electrónicos durante las últimas horas del día, lo que provoca que el descanso se vea más comprometido.

La luz tiene la culpa

La culpa es de la luz. Y cuanto más azul, peor. Científicos y sanitarios advierten de que los problemas de sueño están relacionados con el uso de pantallas poco antes de dormir, ya que emiten una longitud de onda de entre 400 y 490 nanómetros, que inhibe la secreción de melatonina, una hormona fundamental para activar el sueño.

Diversos estudios han revelado que el uso de móviles o tablets, entre otros dispositivos, puede retrasar el sueño entre 67 y 96 minutos. A esto se refiere Jaime Corral, jefe del servicio de Neumología del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres, del que depende la Unidad del Sueño. Corral repara en que cuando se retrasa el reloj biológico, se produce una cascada de efectos: "Se duerme menos tiempo, la calidad del sueño disminuye y, al día siguiente, al sonar la alarma, la persona se siente cansada o con somnolencia".

A largo plazo, explica, el sueño se vuelve fragmentado, se reduce el porcentaje de sueño profundo y REM —fases en las que se desarrollan funciones vitales—, lo que puede acarrear consecuencias cardiovasculares y cognitivas.

El cuerpo, en alerta

Además, estar activo en horarios en los que hay que relajarse no solo disminuye la producción de melatonina, sino que estimula el cortisol, la adrenalina y otras sustancias que inducen a la vigilia. Es decir, el cuerpo se mantiene en alerta cuando debería estar entrando en reposo. Por eso, el especialista considera imprescindible mantener un horario regular de sueño y dormir unas ocho horas: "Genéticamente está marcado así, porque existen una serie de ciclos de sueño no REM que necesitamos para funcionar al día siguiente. Durante el descanso, el organismo sintetiza determinadas hormonas y proteínas, y el aparato cardiovascular se recupera". En esta línea, Corral recuerda que el ser humano es la única especie que ha reducido voluntariamente sus horas de sueño en las últimas décadas. En los años 60, se dormía entre 8 y 9 horas diarias. Entre 2004 y 2010, la media bajó a 6.

Aunque en su unidad no ha detectado un aumento de adolescentes con trastornos del sueño en los últimos años, sí ha crecido la sensibilización por parte de padres, pediatras y médicos. Asevera que los adolescentes presentan trastornos similares a los de los adultos, pero con síntomas más definidos, que pueden estar provocados por la falta de sueño, el uso de dispositivos o la transgresión voluntaria del tiempo de descanso: "Todo ello puede acabar motivando una enfermedad del sueño", advierte. Así que, si la luz tiene la culpa, habrá que apagarla.

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