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¡En invierno siempre estoy resfriado! ¿Es posible prevenir catarros y gripes?

Durante los meses de frío proliferan las infecciones respiratorias víricas, con su repertorio de síntomas que van desde los más leves, como la tos y la congestión nasal, a complicaciones graves. Para combatirlas es esencial el buen funcionamiento de nuestro sistema inmune.

La llegada de las estaciones de otoño e invierno determina un periodo que repercute en muchos sentidos sobre nuestro estilo de vida. En este tiempo, la cantidad de horas de luz disminuyen con lo que se reduce la exposición solar y sus beneficios para el organismo, lo que se suma a los efectos de la bajada de las temperaturas y los cambios en la humedad ambiental. 

Durante estos meses son muy frecuentes los cuadros de infecciones respiratorias víricas. Dentro ellas se pueden englobar desde el resfriado común, en el que se describen hasta 200 variedades de virus entre las que destaca el rinovirus, pasando por la anual gripe y llegando al SARS-CoV-2 virus causante de la actual pandemia Covid-19.

Los síntomas de estas infecciones pueden ir desde las más leves típicas del resfriado común, como la rinorrea o congestión nasal, la tos y los estornudos o el agotamiento, hasta las complicaciones respiratorias graves como son la neumonía y el síndrome de distrés respiratorio agudo que pueden aparecer en la gripe y en la Covid-19.

Existen diferentes hipótesis para explicar el motivo por el que aumentan las infecciones respiratorias víricas durante este periodo del año. Desde un punto de vista sociológico, las condiciones climáticas hacen que vivamos y hagamos más vida social en ambientes cerrados, que favorecen la proliferación y la transmisión de los virus. Otras hipótesis dicen que el frío puede interferir en el funcionamiento de la barrera defensiva de la mucosa respiratoria.

Lo que sí que está claro es la importancia del buen funcionamiento de nuestro sistema inmune para prevenir y luchar contra las infecciones respiratorias víricas.

Consejos para prevenir: rutinas saludables y defensas fuertes

No existen tratamientos específicos para las infecciones respiratorias víricas y el uso de antibióticos no está indicado en este tipo de infecciones. Por eso, porque no tiene tratamiento posible, más allá de tratar de aliviar los síntomas, nuestra mejor arma para combatirlos es la prevención. Y no hay más remedio que repetir una vez más las recomendaciones de la OMS y otras autoridades sanitarias que llevamos meses escuchando: la mejor manera de evitar contagios es lavarse las manos con frecuencia, ventilar la casa para impedir la concentración de virus y evitar lo máximo posible espacios cerrados y concurridos. 

La prevención es, podríamos decir, la primera línea de defensa. A partir de ahí, una vez que los microorganismos penetran en el organismo, entra en acción el sistema inmune, que es nuestra defensa contra agentes externos, entre los que se incluyen los virus causantes de las infecciones respiratorias. Podemos distinguir dos tipo de respuesta inmune: 

* La respuesta innata está formada para nuestras barreras físicas como la piel y también las mucosas que recubren entre otros, el tracto respiratorio. Forman parte de esta respuesta las secreciones que estas mucosas generan y las células en primera línea de defensa como los macrófagos. La respuesta innata está encargada de activar la respuesta inflamatoria. 

* Por otro lado está la respuesta adaptativa compuesta por los linfocitos y las inmunoglobulinas. Esta respuesta es mucho mas especifica y su puesta en marcha, a diferencia de la innata que es inmediata, puede tardar unos días. 

Los estudios científicos dejan clara la implicación y la importancia de los micronutrientes para un correcto funcionamiento del sistema inmune. Tienen especial importancia en la modulación de la respuesta inflamatoria y del estrés oxidativo, puntos de gran relevancia en el buen funcionamiento de nuestras defensas. 

La mejor defensa es una buena alimentación

Entre esos micronutrientes fundamentales para potenciar el sistema inmune, destacan estos:

  • Zinc. Se trata de un elemento que es fundamental para el buen funcionamiento del sistema inmune. Participa en el mantenimiento de la integridad de nuestra piel y de los tejidos de nuestro tracto respiratorio. Potencia la acción de los macrófagos, que son nuestras primeras células de defensa y tiene propiedades antioxidantes eliminando los nocivos radicales libres y propiedades de modulación de la respuesta inflamatoria. También se ha descrito un posible efecto antiviral ya que puede impedir la replicación de algunos virus como el de la gripe.

Alimentos ricos en zinc: carne, huevos, leche, pescado, cereales integrales, sésamo… ostras, carnes de ternera, cerdo y cordero, nueces, granos enteros y legumbres. 

  • Flor de jara. También conocida como cistus ladaniffer, se trata de un arbusto leñoso de distribución mediterránea. Gracias a su alto contenido de polifenoles y terpenos tiene capacidad de modular el sistema inmune.
  • Acerola. Llamada también malpighia emarginata DC o cereza de las Antillas es una planta originaria de América Central. Se considera un superalimento dada su alta concentración de vitamina C, Zinc, polifenoles y terpenos. Gracias a su composición en estos micronutrientes presenta una acción moduladora sobre sistema inmune.

Un buen plato de vitaminas

  • Vitamina D, conocida como la vitamina del sol. Participa en múltiples funciones de nuestro cuerpo y tiene una importante implicación en el correcto funcionamiento del sistema inmune potenciando nuestras primeras barreras de defensa y modulando la respuesta inflamatoria para evitar que sea desproporcionada y por tanto perniciosa. Existen estudios que afirman que la vitamina D puede prevenir las infecciones respiratorias víricas. 
  • Vitamina C. Es una vitamina que no se produce en nuestro cuerpo, sino que la obtenemos a través de la dieta, poniendo en el plato alimentos como brócoli, coles de bruselas, pimientos rojos, cítricos, fresas, calabaza, granadas… Tiene un papel fundamental como antioxidante eliminando el exceso de los nocivos radicales libres que se producen en las infecciones. Además, participa en el mantenimiento de nuestras barreras corporales y puede aumentar la cantidad de anticuerpos. La vitamina C también influye en los mecanismos de defensa respiratoria pudiendo prevenir las infecciones respiratorias y reducir su duración y severidad. 

La carencia de estos micronutrientes, por tanto, puede provocar un mal funcionamiento del sistema inmunitario. Se describen múltiples factores que pueden provocar deficiencia de micronutrientes como la falta de la adecuada exposición solar, dietas con bajo aporte, el estrés cotidiano, la falta de sueño y no realizar ejercicio. En este contexto los suplementos con micronutrientes adquieren relevancia.