La inflación, o lo que es lo mismo, el aumento generalizado de los precios, copa la mayoría de los temas de conversación en España.

Según ha publicado este miércoles el Instituto Nacional de Estadística (INE), la inflación se desboca hasta el 10,2%, la tasa más alta en 37 años.

Supone un 1,8% más respecto al pasado mes de mayo. Tampoco había habido una subida mensual tan alta, como la actual del 1,8%, desde enero de 1985.

Y así lo confirman los datos: el coste de los alimentos está en máximos desde los últimos 26 años. El aceite de oliva (53,6%) y la margarina (41,55%) son los productos que más se han encarecido en el último año. La carne de vacuno y el pan, los que menos. 

Esta situación económica, sin duda, tiene un impacto psicológico, como advierte a ‘Guías de Salud’ Carlos Sánchez Polo, psicólogo en el Instituto Psicológico Claritas.

  • “Aunque el dinero no de la felicidad, siempre será un factor de protección que nos ayudará a acceder a ventajas sociales. Ya sea una alimentación de mayor calidad, poder pagarse un gimnasio, apuntar a nuestros hijos a un refuerzo de matemáticas, e incluso para ir al médico o al psicólogo”.

Si bien, no es una causa suficiente para explicar el malestar psicológico, “sí es un factor de riesgo que puede restar calidad de vida de las personas y, en consecuencia, de su salud mental”. 

Pero, ¿cómo se puede hacer frente a la incertidumbre y pesimismo que genera el alza de los precios?

No hay una receta para hacer frente a este panorama, ya que cada persona tiene sus propias circunstancias. Sin embargo, Sánchez Polo explica que “la situación es la que es y nos toca vivirla”. 

  • “Pongamos nuestro empeño en aquello que sí podemos manejar e intentemos sumar factores de protección y restar riesgos. Como individuos y como sociedad”.

El INE revisa en una décima al alza la inflación de enero, hasta el 6,1 % EFE

El aumento de los precios, mientras que los salarios se mantienen en el mismo nivel, obliga a que las personas tengan que priorizar, haciendo que, por ejemplo, las terapias psicológicas se conviertan en un ‘producto’ de lujo.

  • “Es por ello que muchas personas optan por lo privado. Pero, por desgracia, hay otras personas que no pueden optar por esa vía. Eso es un factor de riesgo. La psicoterapia está demostrada como un método eficaz para trabajar los problemas de salud mental, de forma que, si muchas personas no tienen la oportunidad de ir a estos espacios, tendrán más dificultades que otras que sí”.

E, insiste el psicólogo, no es cuestión de casualidad.

“No estoy diciendo que si no vas a terapia no hay nada que hacer. Estoy poniendo énfasis en que es un factor de protección, y muchos ciudadanos no pueden acceder a él. Eso es una desventaja social”.

Cómo la crisis económica afecta a la salud mental

La pandemia del coronavirus ha evidenciado la escasez de recursos humanos y económicos en el abordaje de la salud mental.

En concreto, de los niños y adolescentes. Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), la crisis sanitaria ha provocado un aumento de casi el 50% en los trastornos de salud mental en los menores.

Más ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones o conductas autolíticas.

No obstante, y aunque se le prestó menor atención, la crisis económica del 2008 ya provocó un auténtico tsunami en la salud mental. 

Así lo demuestra un estudio de Álvaro Medel-Herrero, del Center for Health and the Environment de la Universidad de California, y Manuel Gómez-Beneyto, de la Universidad de Valencia.

  • “Las hospitalizaciones psiquiátricas aumentaron abruptamente a partir de abril del 2008, coincidiendo con el inicio de la crisis económica. Se han identificado los grupos de edad y diagnósticos afectados. El aumento de las hospitalizaciones se observó solo en los rangos de edad más afectados por el desempleo. Los diagnosticados afectados fueron los más sensibles a los cambios ambientales”.

Los suicidios también se incrementan en la gente joven. SHUTTERSTOCK

Y el hecho de que la guerra de Ucrania, el incremento de los precios de la energía y el encarecimiento de los alimentos, pueda desembocar una crisis económica (14 años después del estallido de la última recesión), se traduce en “mucha rabia, ansiedad, frustración, ira y tristeza”.

El problema puede empezar a ser realmente grave “cuando se merma al individuo hasta el punto de dejar de intentarlo”

“Hay cierto margen que sí podemos controlar. Si me cuido, me rodeo de buenas personas, intento esforzarme para salir adelante… eso son acciones que dependen de nosotros que nos van a proteger. Pero es que luego hay una serie de factores externos ajenos a nuestra capacidad de actuación que sí nos repercuten. Por mucho que nos hayamos esforzado. Y el ejemplo más claro es una crisis económica o, en casos más dramáticos, una guerra”, señala Carlos Sánchez Polo.

Las personas más vulnerables ante este horizonte de inquietud son, sobre todo, las personas que tengan menos posibilidad de acceder a recursos y aquellos que “no pongan en marcha sus propias fortalezas o aquellas que por condiciones de salud no puedan protegerse de manera tan eficaz frente a circunstancias adversas”.

Se puede explicar, resalta, desde un modelo bio-psico-social.

  • Biológico: enfermedades, predisposiciones genéticas…
  • Psicológico: baja autoestima, depresión…
  • Social: pobreza, mal ambiente familiar, delincuencia, crisis económicas…

¿Tiene consecuencias a largo plazo?

El psicólogo es claro: sí. El problema puede empezar a ser realmente grave “cuando se merma al individuo hasta el punto de dejar de intentarlo”.

“Si yo me esfuerzo en salir adelante, pongo en marcha todos mis recursos, pero tengo unos factores externos que me rodean que no hacen más que minarme, no es de extrañar que me pueda rendir. Eso es lo que ocurre muchas veces en las depresiones más severas”, subraya.

Y las personas que más preocupan a los especialistas son “aquellas personas que, desde ese modelo biopsicosocial, tengan muchísimos factores que le resten sus ganas de seguir intentándolo”.