Los ultraprocesados suponen el 31,7% de la ingesta calórica diaria en España. Desde 1990, el consumo de este tipo de alimentos, que estimulan el apetito de manera artificial, ya que son muy atractivos, se ha triplicado. 

En nuestro país, las carnes procesadas y las bebidas azucaradas son los productos más consumidos. La bollería industrial ocupa el tercer lugar.

Los alimentos ultraprocesados tienen un impacto directo sobre nuestra salud: a mayor ingesta, más riesgo de sufrir sobrepeso y obesidad.

Y, por ende, una mayor probabilidad de padecer otras patologías relacionadas como diabetes tipo 2 (que suele aparecer a partir de los 45 años), hipertensión (presión arterial alta) y enfermedades cardiovasculares.

Sin embargo, un estudio de la Facultad de Medicina Schmidt de la Universidad Atlántica de Florida (Estados Unidos), y publicado en la revista Public Health Nutrition, señala que las personas que ingieren muchos alimentos ultraprocesados, pueden presentar más problemas de salud mental. 

Como explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), identificar los alimentos ultraprocesados es muy fácil. Son ricos en azúcar, sal y grasas y han sido sometidos a tratamientos industriales muy intensos.

“Suelen compartir varias características: una larga lista de ingredientes, a menudo desconocidos (aceite vegetal hidrogenado, azúcar invertido, maltodextrina…), acompañados de todo tipo de aditivos (colorantes, saborizantes, edulcorantes…)”.

Después de analizar a más de 10.000 personas (con una edad media de 42 años), sin antecedentes de consumo de sustancias estupefacientes son “más propensas a sufrir episodios leves de depresión, más ansiedad y menos probabilidades de padecer cero días mentalmente insalubres”.

  • "El procesamiento de los alimentos agota su valor nutricional y también aumenta el número de calorías, ya que los alimentos ultraprocesados tienden a ser altos en azúcares añadidos, grasas saturadas y sal, mientras que son bajos en proteínas, fibra, vitaminas, minerales y fitoquímicos", destaca Eric Hecht, uno de los principales autores de la investigación.

Archivo - Dulces, bollos, bollería, obesidad en imagen de archivo WASHINGTON UNIVERSITY SCHOOL OF MEDICINE - Archivo

Las personas que consumen dietas que incluían una mayor ingesta de frutas, verduras, pescado y cereales integrales tienen menos riesgos de depresión”, mientras que quienes “siguen la dieta mediterránea tienen tasas de depresión significativamente más bajas”, concluyen los investigadores de la Universidad Atlántica de Florida. 

Suicidio, primera causa de muerte

Cada día, 10 personas se suicidan en España. Es una cifra escalofriante que se ha visto agravada por el coronavirus y que se refleja en la última encuesta del CIS:

  • El 6,4% de la población ha acudido a un profesional de la salud mental desde el estallido de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2.
  • El 47,3% de los que pidieron ayuda a un psicólogo fue por ansiedad y un 35,5% por depresión.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2020, el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte no natural, con 3.941 decesos. Esto supone un aumento del 7,4% con respecto al año anterior, 2019. Y, aunque el suicidio no siempre es una consecuencia de la depresión, sí es un factor de riesgo importante.

De acuerdo a los datos del Colegio de Psicólogos de Madrid, 1 de cada 4 personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida. Lo más preocupante: entre el 35% y el 50% no recibirá ningún tratamiento o, en su defecto, no será el adecuado.

Los trastornos por ansiedad y por depresión son los más frecuentes y no tienen distinción por edad ni por género. La depresión es la enfermedad más frecuente en todo el mundo y, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a 264 millones de personas.

Señales de que algo no va bien

El psicólogo responsable de la Red Nacional para la Prevención de Suicidios, Pedro Martín-Barrajón, explica a ‘Guías de Salud’ cómo identificar las señales que podrían indicar que alguien de nuestro entorno está en riesgo.

Aunque el 90% de las personas que se suicidan lo habían manifestado con anterioridad, la población en general es incapaz de detectar esas señales y ese tipo de alertas pasan desapercibidas.

Martín-Barrajón señala que, además de hablar de pensamientos autolíticos, la falta de aseo e higiene, el aislamiento o los cambios drásticos de comportamiento son indicios de que esa persona tiene ideas suicidas.

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El especialista en salud mental también hace hincapié en las conductas de cierre, que son comportamientos infrecuentes como regalar objetos valiosos, hacer el testamento o visitar familiares, que para amigos o personas cercanas no son fácilmente identificables.

Eso sí, en el caso de detectar que una persona quiere acabar con su vida “no hay que dejarla sola, ni minimizar ni subestimar con frases huecas”. Es importante “tomarse en serio cualquier amenaza” y “desestimar del imaginario popular esa idea de llamada de atención”.

También es fundamental, dice, que mostremos que esa decisión tiene un impacto sobre nosotros: “Que sepa que no nos es indiferente, que nos conmueve y somos capaces de permanecer a su lado”.

Martín-Barrajón especifica que no se tratan de llamadas de atención, sino de “peticiones de ayuda”.

  • “9 de cada 10 personas que se suicidaron habían comentado antes su intención, y lo normal es que pidan ayuda. Además, 1 de cada 5, el mismo día que se suicidó fue antes al médico de Atención Primaria y no encontró la ayuda que necesitaba”.

La ayuda de un profesional de la salud mental, en estos casos más si cabe, es esencial. “Las personas no se suicidan delante de otros, es un acto de intimidad”, aclara el psicólogo. Permanecer acompañando a esa persona y no dejarla sola puede ser el principal factor de protección”.