Nueva figura en la ciudad
Negociador de la Policía Nacional en Badajoz: "Hablar de suicidio es necesario para poder salvar vidas"
Esta misma semana puso en práctica sus conocimiento mediando en una "situación crítica"
La Jefatura Superior de Policía Nacional de Badajoz cuenta desde hace dos meses con una figura nueva dentro de sus profesionales, el negociador. En este caso, es un inspector jefe de dicho cuerpo al que se le ha encomendado la tarea de mediar ante situaciones críticas.
Pocas semanas le han bastado para poner en práctica todo lo aprendido en la fase de selección y formación para desempeñar este nuevo cometido. Este tiempo ha sido suficiente para entender que, a veces, el silencio, la calma y una frase dicha en el momento justo pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte, según cuenta en una entrevista que ha concedido a este diario.
Primera negociación
Este agente prefiere no desvelar su identidad porque parte del entorno que le rodea desconoce su nueva función. Una tarea que ya ha comenzado a poner en práctica, esta misma semana trabajó por primera vez sobre el terreno. Una llamada al 091 alertó de que un hombre se había subido a una torre metálica de treinta metros en las afueras de Cáceres. Llovía y hacía frío. Llevaba allí más de una hora, inmóvil, entre el viento y sus pensamientos. Desde la comisaría cacereña avisaron a su negociador y este activó al pacense. "Siempre solemos trabajar en binomio, de forma conjunta para apoyarnos. Además, son situaciones que uno no sabe cuánto va a durar", explica.

Los dos negociadores, de Cáceres y de Badajoz, durante la intervención esta semana en la ciudad cacereña. / La Crónica
El inspector cogió el coche y condujo durante cuarenta y cinco minutos para apoyar a su compañero. "Cuando llegué, ya estaban trabajando con él. Era una situación delicada, pero había que intentarlo", recuerda. Durante más de una hora hablaron, con cautela, con respeto, buscando una grieta en la desesperanza del hombre que amenazaba con saltar. Al final, bajó por sus propios medios. "Nos abrazamos. Estaba exhausto, empapado, tiritando. Pero estaba vivo", cuenta el inspector. "Y eso es lo que importa".
Él dice que su historia no es la de un héroe de película, es la de alguien que ha aprendido que la palabra, si se usa con empatía, puede desactivar una tragedia. La figura del negociador policial existe desde hace años, pero sigue siendo una de las más desconocidas dentro del cuerpo. En España, hay al menos un negociador por provincia. En Extremadura son dos, uno en Badajoz y otro en Cáceres, que trabajan siempre en equipo.
La selección y formación
Para llegar hasta ahí, el inspector tuvo que superar un proceso largo y exigente. Solo unos pocos agentes logran acceder a la formación. "Nos someten a pruebas psicológicas, de comunicación, de resistencia. Se trata de ver cómo respondes y cuál es tu límite", comenta. Tras varios meses de teoría, el curso culmina con dos semanas intensas en la sede del GEO (Grupo Especial de Operaciones) en Guadalajara, donde los aspirantes se enfrentan a simulacros de secuestros, atrincheramientos o tentativas de suicidio. "Sales de allí preparado y esta semana lo he podido constatar".
Lleva 27 años en la Policía Nacional. Ha estado destinado en misiones internacionales en lugares como Afganistán, Pakistán o Somalia. Ha visto la guerra, el miedo, la pérdida y, sin embargo, dice que nada se compara a tener frente a ti a alguien que ha perdido las ganas de vivir. "Es una situación crítica, puedes tener la sensación de que cada palabra puede inclinar la balanza en una dirección u otra", afirma sin dramatismo.
Las claves de su trabajo
Este policía aclara que el negociador nunca improvisa, siempre tiene una hoja de ruta marcada mentalmente. El primer paso "y el más importante" es tratar de tener toda la información posible sobre el protagonista de la situación: quién es, qué le pasa, si tiene familia, si está enfermo o hay alguna situación de vulnerabilidad en su vida. "Cada detalle importa, porque te da pistas sobre qué decir y, sobre todo, qué no decir". Con esos datos, los agentes buscan lo que llaman "anclajes emocionales": los lazos que aún atan a esa persona a la vida. Puede ser un hijo, una madre, un perro o un recuerdo. "Nunca tocamos el motivo por el que está allí, porque es una herida abierta. Nos aferramos a lo que puede sujetarlo a la esperanza", explica.
A veces, el negociador no consigue que la persona desista. Y, sin embargo, eso no significa que haya fracasado. En ocasiones, el tiempo es un aliado y "cualquier minuto cuenta". Al mismo tiempo, recuerda varias veces la importancia de que nadie trabaja solo: "La negociación es un engranaje donde cada agente tiene un papel. Los compañeros de Seguridad Ciudadana que llegan y a través del primer contacto contienen a esa persona verbalmente, acordonan, hacen que nadie interfiera y haya un orden; la gente de comunicaciones; el responsable de mando... Siempre digo una frase: El negociador no manda, pero quien manda no negocia".

El negociador de Badajoz en uno de los momentos de la entrevista para este diario. / Santi García
Su labor ante el suicidio
En Badajoz, lo más frecuente no son los atracos con rehenes, lo son mucho más los intentos de suicidio: "Por desgracia, es una de las principales causas de muerte en todo el mundo, y aquí no somos una excepción", admite. Los puentes del Guadiana, dice, han sido escenario de muchos episodios de estas características. "Casi todos los policías de patrulla se han encontrado alguna vez con alguien dispuesto a saltar. Y muchas veces, gracias a ellos, se ha evitado".
Su trabajo exige calma, empatía y la desaparición total del ego. "Si tú llegas alterado, gritando, lo único que consigues es que la otra persona se bloquee más. Hay que bajar su nivel de emoción, acompañarlo, hacerle sentir que no está solo", cuenta de manera pausada, con la misma calma con la que se enfrenta a cada situación crítica.
Hasta el momento, cada una de estas situaciones en las que ha tenido que intervenir ha terminado con un final feliz, aunque reconoce que a lo largo de su carrera profesional ha tenido que afrontar momentos muy complicados: "Recuerdo tener a gente que ha fallecido en mis brazos o ser testigo de un tiroteo que ha acabado con alguna muerte".
La formación hace que "la memoria selectiva" borre algunos acontecimientos vividos, según dice, quizás para protegerse o para evitar que haga mella en su profesión. Pese a esa fortaleza emocional que demuestra, y que tiene que tener, admite que hay algo que puede llegar a temer. "Lo que no quiero que ocurra es llegar a algún lugar y que esté un familiar mío involucrado". Para el resto de situaciones, cree que un policía tiene que estar preparado, sino tendría que replantearse la profesión o mirar otra actividad dentro de la profesión.
Abordar el suicidio
El inspector también tiene una opinión firme sobre cómo la sociedad aborda el suicidio. "Hay que hablar de él, pero bien hablado. No es cierto que hablar provoque más suicidios. Lo que los provoca es el silencio, el tabú. Hay gente que no se atreve a pedir ayuda por miedo a ser señalada. Y a veces, solo necesitan eso, hablar", asevera. Cree que los medios deberían poner el foco en la prevención, en los recursos que existen, en la posibilidad de salir adelante. "Hablar puede salvar vidas, igual que una llamada a tiempo".
Cuando recuerda la intervención de Cáceres, se detiene en el final. El hombre, agotado, bajó por sí mismo y se derrumbó en el suelo. "Nos abrazó. Estaba empapado, temblando, sin fuerzas. Pero estaba vivo". En su voz no hay heroicidad, solo alivio: "Lo importante no es quién habló ni qué dijo, sino que esa persona decidió seguir viviendo".
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- Directo | Castellón-Real Sociedad B