Los cuatro nuevos consejeros de la Xunta de Galicia tomaron ayer posesión de sus cargos en una ceremonia marcada por la significativa ausencia del extitular de Obras Públicas, Xosé Cuiña, forzado a dimitir el jueves pasado porque una empresa de su familia aparentemente se lucró con la venta de material para combatir el chapapote.

Técnicamente, no tenía por qué estar, ya que presentó su dimisión días antes de que, este sábado, Manuel Fraga nombrara nuevo Gobierno, y su cargo lo ocupó temporalmente el consejero de Presidencia, Xaime Pita, que era quien debía hacer ayer el traspaso de poderes. Sin embargo, muchos entendieron esa ausencia como un reto político.

PREGÚNTENLE A ÉL

"Es normal que Cuiña no venga, ya que su dimisión está aún muy reciente y puede estar algo abatido", declaró su sucesor en el cargo, Alberto Núñez Feijóo. Otros fueron menos diplomáticos: "Pregúntenle a él", espetó Xesús Palmou, el secretario general de los populares gallegos.

Pese a que los cambios pretendían suavizar la situación en el PP gallego, aún se advierte un clima de crispación tras la marcha de Cuiña, como se desprende de la actitud de Manuel Fraga, que cortó la rueda de prensa posterior a su reunión con los nuevos consejeros con su ya conocida muletilla: "No tengo más que decir", pese a que aún quedaban manos de periodistas alzadas.

El presidente de la Xunta lanzó, además, un mensaje a su exdelfín --"Nadie es fijo ni irremplazable", dijo-- y evitó valorar su ausencia y "sus reacciones personales".