Terenci Moix falleció ayer, poco antes de las tres de la mañana, en su domicilio en la calle de Muntaner de Barcelona, muy cerca del barrio del Raval que le vio nacer. El autor de El arpista ciego, de 61 años, padecía un enfisema pulmonar por su adicción al tabaco. Hacía dos semanas que su médico, Juan Ruiz Manzano, le había dado el alta en la clínica Teknon, donde estuvo ingresado desde mediados de enero, sabiendo que su estado era terminal.

En el momento del fallecimiento, estaban a su lado su hermana, la escritora Ana María Moix; su secretaria, Inés González; Ruiz Manzano y el traumatólogo Albert Nadal, que en los últimos años le había tratado la osteoporosis que sufría, a consecuencia de la cortisona que estaba obligado a tomar por su obstrucción pulmonar. Paradójicamente, el escritor, adicto al tabaco desde los 16 años, falleció precisamente el Día de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), conocida como el mal del fumador.

Ruiz Manzano, neumólogo y amigo de Terenci, le trataba de su afección desde hacía seis años. A él le dedicó el autor Yo fui un esclavo del tabaco, un artículo escrito en el 2000, en una de las ocasiones en las que, infructuosamente, intentó dejar su adicción. "Era una persona muy positiva, pero también muy contradictoria", dijo Ruiz Manzano. Con todo, el médico aseguró que, pese a su enfermedad, fue feliz hasta el último momento.

Prueba de ello es la actividad que en los últimos días llegó a desplegar intentando acabar una entrega más de la serie cinéfila Mis inmortales del cine, en la que pasaba revista a sus actores favoritos de los años 60. No consiguió ultimarla. Paralelamente, el escritor también corrigió las pruebas de un libro de relatos, así como el diseño de una página web, que él construía personalmente con la ayuda de un experto en informática, una de sus grandes pasiones en los últimos tiempos.

Los restos mortales del escritor fueron trasladados ayer al Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, donde se instaló una capilla ardiente que se podrá visitar hoy desde las diez de la mañana hasta mediodía, ya que a las 13.30 horas tendrá lugar la ceremonia de despedida. En los últimos días, el autor había pedido a una de sus amigas más íntimas, la periodista y escritora Maruja Torres, que en esa ceremonia "abierta a la ciudad de Barcelona y sus amigos" estuviese vetada a los políticos del PP y de CiU.

Otro deseo, expresado mil veces, es que sus cenizas fuesen arrojadas al Nilo, cerca del poblado de Deir el Medina, situado en el Valle de los Reyes, donde vivieron los constructores y también los depredadores de las tumbas faraónicas. Ana María Moix ha comentado que habrá que esperar a que la situación en Oriente Próximo se pacifique para que este acto pueda llevarse a cabo. Según Maruja Torres, "Terenci estaba horrorizado por la guerra porque amaba y conocía Oriente Próximo mejor que los que lo bombardean ahora".