El cambio en la alimentación registrado en los últimos 20 años, caracterizado por una disminución de hidratos de carbono de cadena larga (pan, arroz y patata) y el incremento de productos de origen animal (carne, leche y huevos) y de grasas saturadas (bollería y pastelería) es especialmente preocupante en los niños.

Así lo puso ayer de manifiesto la doctora Bárbara Cánovas, de la sección de Endocrinología y Nutrición del Hospital Virgen de la Salud de Toledo, en su ponencia sobre la dieta mediterránea dentro del curso Alimentación y calidad de vida que se celebra en el campus universitario de Toledo.

Además de los cambios señalados, se ha observado un descenso en el consumo de vino, bebida típicamente mediterránea, que tiende a sustituirse por otras bebidas alcohólicas como la cerveza y licores de alta graduación.

Otro aspecto que hay que destacar es la invasión cultural de los establecimientos de comida rápida, especialmente atractivos para la población infantil y juvenil, pero que ofrecen alimentos de dudosa calidad nutricional.

Según la doctora, hay que hacer un esfuerzo para recuperar los hábitos de la dieta mediterránea. Ésta se caracteriza por el uso de aceite de oliva como fuente principal de grasa, el pan como alimento básico, abundante ingesta de frutas y verduras, consumo moderado de vino en las comidas, presencia frecuente del pescado y consumo de productos típicos como ajo, cebolla, tomate, frutos secos y café.