Juan Pablo II llevó anoche la cruz en la última estación del Vía Crucis que presidió en el Coliseo de Roma, donde expresó su angustia por las guerras que azotan muchas partes del mundo y afirmó con firmeza que los cristianos no pueden permanecer indiferentes ante tanto grito de dolor.

"Muchos de nuestros hermanos están viviendo en sus carnes el drama del Calvario. ¡Cuantas son las vías crucis olvidadas! Pienso en las trágicas imágenes de violencia, de guerras y de conflictos que diariamente nos llegan de tantos lugares, en la angustia y el dolor de personas y pueblos, en la muerte por hambre y en las penurias de miles de adultos y niños inocentes", escribió el Papa en el discurso facilitado por el Vaticano y que no leyó.

Mirando a la Cruz y ante varias decenas de miles de personas, el Papa Wojtyla improvisó unas palabras al final del Vía Crucis, señalando que la victoria final no será de la muerte y que la última palabra es Dios.

El Pontífice, de casi 83 años, no caminó durante la ceremonia, que presidió desde la colina del Palatino, frente al Coliseo.

Teniendo como fondo una inmensa cruz hecha con antorchas, recordó que en este 2003 se cumple los 25 años de su pontificado y nunca faltó a la cita del Coliseo el Viernes Santo y que en esta ocasión se produce en un momento muy difícil para el mundo (la guerra en Irak).