China sigue sumida en el caos por la neumonía asiática, enfermedad que ha causado 214 muertes en el país además de 1.967 contagios. Cientos de médicos y enfermeras han abandonado sus puestos de trabajo en los hospitales de Pekín por miedo a contraer el virus, informaba ayer la prensa independiente china. Para evitar este problema y persuadir a los facultativos a que se queden en sus puestos de trabajo, el Ministerio de Salud prometió aumentos de sueldo que en algunos casos pasa de los 30 dólares mensuales a 300.

A pesar de este suculento incentivo, muchos de los médicos y enfermeras siguen abandonando sus puestos de trabajo por miedo a contraer una enfermedad que ha infectado a multitud de colegas. "Mi mujer fue incinerada sin mi consentimiento y hasta la fecha no me han entregado las cenizas", indicó el marido de una enfermera que murió a causa del virus hace tres semanas.

Las últimas investigaciones revelan que la neumonía, que ha causado al menos 460 muertos en todo el mundo, tiene su origen en el virus de un animal salvaje que suele vivir lejos del hombre o en animales domésticos que se sacrificaron para el consumo en pésimas condiciones higiénicas. Esta hipótesis es la que cobra mayor fuerza, aunque no se descarta que el mal venga de especies menos saludables, como ratas o cucarachas.

El científico Yuen Kwonk Yung, director del Departamento de Microbiología de la Universidad de Hong Kong, indicó que la epidemia podría estar vinculada al consumo de animales en mal estado o enfermos, lo que en términos científicos se denomina productos cárnicos que "han perdido sus características organolécticas", es decir, color, sabor e incluso forma.

"Cuando se sacrifica un animal para el consumo hay que evitar que el producto esté al aire libre. Es necesario utilizar frigoríficos", dijo Yuen al referirse al hábito chino de vender carne en los mercados expuesta a moscas y otros insectos.

Otro dato poco alentador es la capacidad mutante del coronavirus que provoca la neumonía asiática. Un grupo de científicos de Taiwán ha revelado que el coronavirus que actúa en esta isla es genéticamente diferente al que afecta a Hong Kong, lo que dificulta la investigación de la temida enfermedad.