Los miles de ciudadanos que se encontraban ayer en los alrededores de la Basílica del Cristo de Medinaceli en Madrid desearon la mayor felicidad al Príncipe de Asturias y a su prometida, Letizia Ortiz Rocasolano.

Pocos minutos después de las 10 de la mañana y con los acordes de una entrada sacramental de fondo, Felipe y la futura princesa de Asturias entraron en el templo de la plaza de Jesús, ante la expectación de los fieles.

Todos les querían saludar personalmente, por lo que tanto la entrada como la salida de la iglesia se demoró mucho más de lo previsto, para que el Príncipe de Asturias y Letizia pudieran estrechar las manos de quienes les deseaban la mayor felicidad.

Los dos agradecieron sonrientes las muestras de cariño que recibieron, e incluso tuvieron que separarse para poder atender todas las peticiones, aunque a la salida les fue imposible poder responder a todo el mundo individualmente.

El Príncipe y su prometida, que llevaba un abrigo jaspeado blanco y negro, sobre pantalones negros, no dejaron de dar las gracias ni cuando se encontraban ya en el interior del coche y proseguían los comentarios sobre la belleza de la novia.

Felipe y Letizia se acercaron hasta la imagen del Cristo y besaron su pie derecho, como marca la tradición, después de orar brevemente ante el altar.

Instantes después pasaron a la sacristía, donde recibieron como recuerdo de su visita una reproducción en plata de la imagen del Cristo, al que en este primer viernes del mes de marzo se acercarán más de 400.000 personas, según fuentes parroquiales.

Aunque no se había anunciado oficialmente que el Príncipe de Asturias acudiría a venerar al Cristo acompañado de su prometida, muchos asistentes esperaban su presencia, conocedores de que todos los años un miembro de la familia real acude a cumplir con la tradición, como el propio Felipe hizo el año pasado. La costumbre de acudir a besar el pie derecho de Jesús Nazareno es una tradición que se remonta 300 años atrás.