Estados Unidos pierde una de sus voces más provocadoras con el fallecimiento de Susan Sontag, una escritora e intelectual que lanzó dardos a personajes tan dispares como Gabriel García Márquez y Arnold Schwarzenegger, y que en el 2003 recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Sontag falleció ayer a los 71 años en el Memorial Sloan Kettering Center de Nueva York.

La escritora había recibido tratamiento contra el cáncer de mama en la década de los 70, lo que había inspirado su obra La enfermedad y sus metáforas, publicada en 1975. Según la prensa estadounidense, padecía leucemia.

Nacida en Nueva York el 16 de enero de 1933, esta mujer que decía sostener "un eterno antagonismo contra las fuerzas represivas y de la censura" se crió en Tucson (Arizona) y Los Ángeles (California). Estudió en la Universidad de California, en Berkeley, y en la de Chicago, donde se licenció en 1951 en Filosofía, mientras que hizo el posgrado de Literatura y Filosofía en la Universidad de Harvard, estando ya casada con Phillip Rieff, un profesor de Sociología a quien se unió cuando tenía solo 17 años y de quien se separó nueve años después.

Su primera novela se publicó en 1963 con el título El benefactor, pero el género que cultivó y que le dio más fama fue el ensayo. De éste queda Notes on Camp, una pieza de 1964 que la hizo despuntar como escritora, profesión que combinó con la de directora de cine, con obras como Broder Carl, y de fotógrafa.

CRÍTICA Sontag era conocida por sus posiciones críticas hacia su país, sus declaraciones directas y francas, así como por la diversidad de temas que le interesaban. Aunque se quejó en alguna ocasión ante los medios de comunicación de que la consideraran "una máquina de opinar", no ponía reparos en contestar a preguntas sobre los asuntos más diversos, en especial la política.

En un artículo aparecido en la revista New Yorker, afirmó que los atentados del 11 de septiembre del 2001 no habían sido contra la libertad sino "contra el autoproclamado poder mundial de EEUU" y rebatía la declaración del presidente Bush de que esos actos fueran "cobardes".