Una flota de 33 pateras partió entre el lunes y ayer de una todavía desconocida playa situada cerca de la frontera entre Marruecos y Argelia con destino a las playas de Almería y Granada. Es una cifra inusualmente alta, y sorprendente, porque la ruta de la inmigración de sin papeles se había trasladado de Marruecos a Mauritania, y de allí a Senegal y Guinea Bissau.

Con el foco policial puesto en la costa occidental africana, la táctica de la flota desde Marruecos podía parecer en principio una sagaz idea. No lo fue. De la primera oleada, formada por 20 embarcaciones, 17 fueron interceptadas en alta mar. Tres tocaron tierra, pero los inmigrantes fueron detenidos. Anoche se detectó una segunda flota de 13 embarcaciones más.

Una telaraña tecnológica y policial tiene virtualmente cerrado el estrecho de Gibraltar. Es el llamado Servicio Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), un sistema de cámaras de vídeo, radares y cámaras de rayos infrarrojos que detectan cualquier embarcación que se acerque a las costas españolas a una distancia inferior a las 40 millas (unos 100 kilómetros) y permite conocer con exactitud las coordenadas y la trayectoria de las naves. Tecnología punta, pero ello no evitó que durante 48 horas las fuerzas de seguridad y Cruz Roja se vieran por momentos desbordados y colapsados. 255 personas, todas de origen magrebí, llegaron en las primeras 20 pateras. Había a bordo una decena de menores y varias mujeres.

Las pateras (otra singularidad) no iban llenas a rebosar. En la que más, había 14 personas. En el resto, entre siete u ocho.