Los pozos han impregnado el imaginario ibérico de leyendas de toda índole. Desde las más inocentes que los imbuían del poder de conceder deseos hasta las que insinuaban que en ellos habitaba el ángel caído. Consciente de su torrente temático, Care Santos (Mataró, 1970) ha decidido construir sobre ellos El dueño las sombras (Ediciones B), novela juvenil que supone su debut en el género de terror.

"Necesitaba un cambio de aires para no aburrirme", asegura esta inquieta creadora, que reconoce que la fantasía es la mejor medicina para poder digerir las sobredosis de realidad: "No podemos vivir sin comer ni sin ficción". El dueño de las sombras arranca con la desaparición de una niña durante una excursión. Al cabo de tres días, la joven Natalia es hallada indemne y acompañada de una misteriosa muñeca. Años después contempla como su hermana Rebeca se esfuma mientras busca su móvil en un pozo. Pese a darla por muerta, al cabo de poco tiempo Natalia empieza a recibir inquietantes sms desde el más allá.

Ambientada en el Pirineo aragonés, la novela bebe de su pasión por el género de terror, un trabajo etnográfico sobre las leyendas del folclore ibérico y algunos recuerdos de infancia. "Cuando era pequeña mi madre me colgaba a las muñecas de la pared con un lazo. A mí me daba pánico porque parecía que estuvieran ahorcadas".

En su papel de narrador omnisciente, el Señor de la Tinieblas se convierte en uno de los protagonistas de la obra. "Es un personaje al que le fui cogiendo cariño", reconoce la autora de Hot dogs, que pone en la boca del terrateniente perlas como "escribir cualquier cosa en cualquier circunstancia es un acto de vanidad" o "un buen narrador, si domina su oficio y tiene talento, juega a ser todopoderoso al contar una historia".

NOVELA JUVENIL Santos denosta la dicotomía entre novela juvenil y para adultos: "Eso solo son etiquetas editoriales. La única obligación que tiene el autor es no aburrir y no tratar al lector como si fuera gilipollas". Sin rebajar el nivel literario, la periodista logra crear complicidad con los lectores más jóvenes acercándose a su desconfianza hacia el mundo de los adultos: "Debo de tener un espíritu adolescente", comenta antes de relatar lo gratificante que es dirigirse a un público más agradecido que el adulto.