Hay un interesantísimo debate en la incipiente, pequeña y desunida industria pornográfica española. La pregunta es: ¿Cómo se puede hacer frente a la crisis que atraviesa el sector? Para algunos, como Conrad Son --cuya película El mar no es azul contó con un presupuesto de 250.000 euros-- la clave está en apostar por una mayor calidad, en diferenciarse todo lo posible de los vídeos, cortos y baratos, que se ofrecen en las páginas web. Otros sostienen que se trata de una batalla que está perdida y por la que pocas cosas se pueden hacer a estas alturas.