Ha sido con una especie de plumazo, sirviéndose de un instrumento tan prosaico, tan mínimamente mórbido como una máquina de ultrasonido, simplemente echando un vistazo y tomando una foto y poniendo una marca y anunciando al mundo: aquí está. Tal vez la historia voluptuosa del punto G hubiera merecido que un amante impetuoso se apuntara el tanto, pero ha sido la ciencia, y más exactamente el profesor Emmanuele Jannini, investigador de la Universidad de Aquila (Italia), el que lo ha logrado: el primer hombre que ha conseguido una prueba visual para demostrar la existencia del punto G.

"No solo existe, sino que se trata de una variante anatómica que está presente solo en algunas mujeres", explica Jannini, que ha publicado sus conclusiones en la última edición de The Journal of Sexual Medicine. Atención pues: no lo tienen todas.

El científico italiano y su equipo han trabajado con 20 mujeres, nueve que habían experimentado orgasmos vaginales y 11 que no, y de todas hicieron un estudio anatómico. ¿El resultado? Que hay que ser de un tipo de mujer para tener orgasmos vaginales, que ese tipo de mujer es la que tiene punto G y que, según Jannini, tenerlo obedece a razones congénitas.

La prueba de que una mujer tiene el punto G, según los científicos italianos, es la presencia de una pared de tejido especialmente gruesa entre la uretra y la vagina, en la zona donde habitualmente se ha ubicado la gran zona erógena por excelencia. Todas las mujeres capaces de tener orgasmos vaginales tienen esa característica, y eso es lo que Jannini ha fotografiado con el ultrasonido. "El punto G no es un punto físico particular sino una suma de factores: una enzima que interviene en la excitación femenina, las partes internas del clítoris y el tejido glandular de la vagina. Lo que queríamos demostrar es que con un simple ultrasonido es posible saber si una mujer lo tiene o no".

Fácil, barato y accesible, agrega: simple cuestión de hacerse un ultrasonido para saberlo. La consecuencia estrafalaria sería que Jannini patentara el método y miles de mujeres empezaran a hacerse la prueba. En realidad, lo que puede es proporcionar nuevas pistas a las farmacéuticas que desde años van en pos del que se ha llamado, porque aún no existe otro nombre, viagra femenino. Cuanto mejor se identifiquen las carencias, más fácil será descubrir el tratamiento.