Es primavera en París, las aceras y terrazas están repletas de gente y la ciudad se ha visto sacudida por la presencia de un Opel Corsa negro que se pasea por sus calles con una cámara fotográfica en el techo. El vehículo está captando cada vía, cada plaza y cada puente de la capital francesa para después introducir estas imágenes en Street View, la última --por lo menos hasta hoy-- herramienta de Google, que permite disfrutar de fotografías a pie de calle. Es decir, de los edificios y las farolas, sí, pero también de los peatones que, sin saberlo, están siendo cazados, quizá haciendo cosas que este nuevo tipo de presa ciberespacial no quiere que se sepan. Desde que el pasado lunes este procedimiento se inaugurara en nuestro país, con fotos de Valencia, Barcelona, Madrid y Sevilla, la noticia ha corrido como un animal asustado y veloz, creando un debate sobre el derecho a la intimidad y la imagen.

La aplicación debutó en mayo del 2007 en Estados Unidos, donde hasta ahora ha captado las calles de 53 ciudades. Si uno abre Google Maps, cruza el Atlántico y entra en la nueva herramienta, puede encontrar a lo que ya se conoce como "celebridades del Street View": un hombre anónimo pero perfectamente reconocible para quienes le conozcan que entra en un sex shop; una mujer que muestra un tanga negro mientras se apoya en una furgoneta; o un par de tipos que parecen traficar con droga.

La legislación norteamericana es en este aspecto menos restrictiva que la francesa y la española, pero la aplicación no ha estado tampoco exenta de polémica: Google ha borrado imágenes cuando así se lo han exigido las propias personas fotografiadas.

EL ATLAS MÁS COMPLETO En Francia, como en España, es distinto. Google, que está batiendo a Microsoft en la carrera por crear el atlas virtual más completo de la historia --el Live Search Maps de la empresa de Bill Gates está lejos de contar con imágenes en las se reconozca a las personas--, podría hacer varias cosas para evitar un alud de demandas en el estreno de Street View en Europa: contratar a un abogado que acompañe a los fotógrafos y pida una autorización a cada viandante inmortalizado, publicar solo fotografías que tengan baja resolución o, por último, difuminar los rostros de los fotografiados hasta hacerlos irreconocibles.

Esta es la solución por la que se han inclinado los padres del buscador más popular del mundo. A finales de abril, dirigentes de Google mantuvieron una reunión sobre el asunto con la Agencia Nacional de Protección de Datos. Poco después, el organismo estatal informó de que la compañía se había comprometido a no permitir la identificación de personas ni matrículas de vehículos en España.

Google ya ha comenzado a fotografiar las vías y edificios del país y seguro que habrá polémica. Pero también habrá algún que otro exhibicionista impenitente que pisará la calle con la ilusión de ser cazado.