Las entrañas de un pequeño reloj de bolsillo pueden ser el lugar más apropiado para colocarse frente a la historia.Y eso es precisamente lo que pasó el martes cuando, en el Museo Nacional de Historia Americana, en Washington, se abrió una pieza que había pertenecido al presidente Abraham Lincoln. La delicada operación tenía como objetivo desvelar si era cierto un rumor que durante 150 años hablaba de una inscripción. Y la leyenda se hizo realidad.

Organizada por el museo como una cita de descubrimiento abierta al público, la delicada apertura del reloj confirmó que el 13 de abril de 1861, cuando llegaron a una tienda de reparación de relojes de Pennsylvania Avenue las primeras noticias del estallido de la guerra, un relojero llamado Jonathan Dillon decidió que el reloj de Lincoln, el primero que tuvo, era lugar adecuado para hacer un particular grafito. Allí inscribió su nombre, la fecha, y dos frases. El fuerte Sumter había sido atacado por los rebeldes. "Gracias a Dios tenemos un Gobierno".

RELATO VERAZ Doug Stiles, un descendiente de Dillon que durante años había escuchado en su familia la historia, encontró hace años un artículo de 1906 del New York Times en el que el relojero rememoraba aquel momento. Y cuando dio a conocer al museo del Smithsonian ese artículo, abrió la pieza.

En sus declaraciones al Times cuando ya era octogenario, Dillon dijo una frase diferente a la que había grabado. En la inscripción no mencionaba la esclavitud, y tenía un error ortográfico en el nombre del fuerte y en la fecha del inicio de la guerra (que comenzó el 12 de abril, y no el 13). El relojero, el único que apoyaba a Lincoln en la tienda con el futuro unido del país poco claro, dejó su mensaje al presidente, el mismo que aboliría la esclavitud y que, sin saberlo, llevó esa diminuta alabanza a su Gobierno hasta su asesinato.

El reloj, que, según los historiadores, es una de las pocas posesiones que el 16° presidente de Estados Unidos se llevó a Washington, se expone ahora en la muestra Abraham Lincoln: una vida extraordinaria. Harry Rubenstein, uno de los comisarios del museo, asegura que "captura un momento histórico que puede transportarte a otro tiempo y otro lugar".