Hubo una carpa blanca, un coro, seis párrocos y cientos de familiares y amigos de las 154 personas que murieron hace un año, tal día como ayer. Algunos de ellos llevaban camisetas blancas con fotos de algún fallecido y leyendas que decían Sara y Tamara, siempre en nuestro corazón o si ese avión no hubiese despegado, estarían con nosotros. Dijo un cura nada más comenzar el homenaje: "Esta geografía es lo último que vieron sus ojos. Este cielo es el último que vieron". Y varias personas cercanas a los muertos, una adolescente tatuada, una señora con abanico, un hombre con bastón, dieron media vuelta y salieron de la carpa. Buscaban intimidad. Querían llorar.

Ocurrió en el aeropuerto de Barajas. En los jardines de la T-2, la terminal desde la que salió el avión maldito, ese MD-82 de la compañía Spanair con rumbo a Las Palmas de Gran Canaria que se elevó 12 metros y volvió a caer, provocando el mayor desastre aéreo que ha sufrido España en un cuarto de siglo. Ha pasado un año. Han pasado cuatro días desde la publicación de un informe interino de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (Ciaiac), un texto incompleto y no definitivo que sostiene que los pilotos no activaron los flaps, unas aletas necesarias para la maniobra de despegue, y el sistema que debía haber alertado de su ausencia no alertó de nada; un documento que a ojos de las víctimas "no aporta nada nuevo" pero viene a cargar de razón lo que llevan diciendo todo este tiempo, una frase que ayer se escuchó con más fuerza que nunca, ya fuese a la manera contenida del portavoz de la Asociación de Afectados del Vuelo JKK 5022, Javier Rodríguez, o al emotivo modo de Irene Saavedra. Esta es la frase: "El avión nunca debió haber salido de Barajas porque tenía fallos".

INDICIOS SUFICIENTES Al comenzar la mañana, antes de que el ministro de Fomento, José Blanco, se acercase al aeropuerto y dijese que "hoy es un día para estar cerca de las víctimas, para estar a su disposición, para reforzar y estrechar la colaboración, para que puedan superar estos momentos de dolor", antes de que todas las víctimas se concentraran bajo la carpa blanca, Javier Rodríguez se extendió sobre la idea más repetida en Barajas. "El avión nunca, nunca debió haber volado. Tenía un fallo, tenía desactivado el sistema de alarma. Había indicios más que suficientes". La vida sigue hoy, los aviones despegan y aterrizan sin ninguna incidencia en Barajas. Ha pasado un año.