Juan Esteve nunca había imaginado viajar al otro lado del mundo. Nunca sube a un avión porque tiene aerofobia y las alturas son algo muy superior a sus fuerzas. Pero en febrero del 2007 conoció a Aracelis, una mujer dominicana, en un chat. Él era divorciado. Ella, viuda. La relación por internet duró varios meses, hasta que decidieron conocerse en persona.

"Como padezco aerofobia, le dije que viniera ella a España. Intenté conseguirle un visado, pero se lo denegaron", cuenta. Esteve, vecino de Deltebre (Tarragona), decidió entonces viajar a la República Dominicana. En septiembre del 2008, cogió el tren para ir a la ciudad belga de Amberes. De ahí subió a un barco de carga y empezó un viaje de 11 días. "Es mucho más caro que el avión, unos 2.300 euros, pero era la única posibilidad que tenía", asegura.

Tras un año y medio de relación, Juan y Aracelis se casaron el 7 de octubre del 2008. Él se quedó un mes allá y volvió a coger el barco. A los seis meses, Aracelis tuvo una primera entrevista en el consulado de España. Él la hizo unas semanas más tarde. La petición de inscripción del matrimonio se les denegó en septiembre del 2009, casi un año después de la boda.

La pareja presentó un recurso ante la Dirección General de Registros y del Notariado (DGRN), con 7.500 páginas de documentos, incluidos miles de folios que recogían sus conversaciones mediante el Messenger. En julio de este año, les comunicaron que el recurso había sido rechazado nuevamente porque, según el Gobierno, se presentó fuera de plazo.

Juan Esteve lo niega y sostiene que durante los 30 días de plazo hubo cuatro domingos y un festivo, que la Administración no tomó en cuenta.

"Tenía muchas ilusiones pero me las están machacando. Me tratan como si fuera un delincuente". Pudo viajar una segunda vez a la República Dominicana y planea otro viaje. "Queremos formar una familia; mi hija y la suya hablan todo el tiempo a través del Facebook y del Messenger".

Si no se regulariza la situación, Esteve se plantea ir a vivir allá, a la República Dominicana, aunque eso signifique renunciar a muchas cosas. "Venderé mi casa y mi empresa, si hace falta. Lo que quiero es tener a mi mujer de una vez a mi lado", afirma.