Descendiente de una familia alemana instalada en Sudáfrica, Charlene no nació para ser princesa. Su pasión era nadar. La campeona olímpica conoció a Alberto en Mónaco en una competición, cuando recogió el ramo de flores que le entregó el príncipe tras ganar una medalla. A lo largo de diez años la pareja mantuvo una relación marcada por la distancia y su cargada agenda de atleta de élite. Una lesión en la espalda le impidió competir en los Juegos Olímpicos de Pekín del 2008. Aunque la inminente esposa de Alberto aún no habla francés, en el último año Charlene ha hecho un curso intensivo de adaptación de la piscina a la corona de Mónaco.