El diestro Antonio Chenel Albadalejo, Antoñete, falleció ayer en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid), donde ingresó el viernes aquejado de una bronconeumonía, según informaron fuentes familiares del matador. Junto a él, en el momento de la muerte, estuvieron todos sus hijos y su segunda esposa, Karina.

La capilla ardiente se instalará hoy en la plaza de toros monumental de las Ventas, para que los aficionados puedan rendir su último homenaje al diestro, que se espera multitudinario.

Antonio Chenel había nacido el 24 de junio de 1932 en Madrid, muy cerca de Las Ventas, donde transcurrió su infancia y juventud, ya que su cuñado Paco Parejo ejerció como mayoral de dicho coso. Fue, sin duda alguna, uno de los toreros referentes de la segunda mitad del pasado siglo. Como todos los aficionados recuerdan, su etapa más esplendorosa transcurrió a principios de la década de los ochenta.

Su gran despegue tuvo lugar en Madrid, de cuya afición fue ídolo indiscutible desde que en 1966 cuajó una memorable faena al ya famoso toro Atrevido, de la ganadería de Osborne, un astado que ha quedado inmortalizado como “el toro blanco de Osborne” para unos, y “el toro blanco de Antoñete” para otros. Durante aquella memorable y antológica tarde en Las Ventas, el torero llegó a dar hasta 60 muletazos al toro.

Su tauromaquia, forjada en el más puro clasicismo, tuvo connotaciones muy directas con el estilo de Juan Belmonte (años veinte) en cuanto a la estética y al de Manolete (década de los cuarenta) en lo que se refiere a la técnica. Antoñete, que se vistió de luces por última vez en 1975, sufría desde hace varios años crisis cardiorrespiratorias, la última de las cuales, el pasado invierno, le apartó definitivamente de su puesto de comentarista taurino en la cadena SER y Canal +. Precisamente Manuel Molés, jefe de información taurina en ambos medios, fue anoche quien expresó la primera condolencia por el fallecimiento del veterano diestro. “Lo lamento muchísimo porque ha sido una gran pérdida para todos”. H