Suena cada día desde pronto por la tarde en el Casino de Barcelona un tintineo extraño, apagado. Es la banda sonora que crean cientos de jugadores de póquer al manosear cada uno a su nerviosa manera fichas de plástico. A más experiencia, más toqueteo de fichas y cartas. Los bisoños tienen manos de madera y poco tocan. Música alegre en cualquier caso para el casino, encantado de que el crecimiento del póquer contenga el descenso del resto de juegos.

Como informó EL PERIÓDICO el viernes pasado el juego privado presencial cae y cae, por la crisis, la oferta on line y la ley antitabaco. Pero al póquer le sucede lo contrario. Los beneficios que reporta al Casino de Barcelona aumentaron el 30% entre el 2006 y el 2010, año en el que representaron casi el 9% del total de ganancias. Y eso que es un juego que deja poco dinero a la casa y no solo carece de tradición en España (el Casino de Barcelona fue el primero en ofrecerlo en el Estado hace una década) sino que además tiene (¿tenía?) un aura turbia. «Nuestra apuesta por el póquer ha ido en paralelo a su auge on line y al de los grandes torneos internacionales», dice Gerard Segarra, responsable de torneos de póquer del Casino de Barcelona. Donde cada día hay un torneo. Desde 25 euros la inscripción. Muy popular. Ahí está el truco. La mayoría juvenil presente en el lugar certifica el éxito de la jugada.

«Las salas on line no son competencia sino aliadas -dice Segarra-. Quien juega en la red viene antes o después al casino y descubre que las sensaciones son incomparables».

De modo que la inminente regulación en España del póquer on line no asusta a Segarra. «Al contrario. Si ellos crecen, nosotros creceremos».

El pasado mes de mayo se aprobó la ley del juego, destinada sobre todo a regular las apuestas en internet, y para noviembre, según el Ministerio de Economía y Hacienda, está prevista la orden ministerial específica para el póquer. En definitiva: el póquer on line, con unos 300.000 jugadores en España, pasará de actividad alegal, como la prostitución, a actividad reglamentada.

«Va a significar un segundo boom del póquer en España. Seguro», dice Iván García, responsable en el país de la web de apuestas 888. De la misma opinión es Brais Peña, director de márketing del casino on line Poker Mambo. No en balde las timbas digitales estarán avaladas por el Estado. Seguridad para los jugadores. García y Peña prevén que una docena de grandes casas internacionales de apuestas en la red saquen licencia para operar en España a partir del año que viene. «Y como todo será transparente harán importantes inversiones en márketing», dice Peña.

No obstante, y a la espera de un futuro reglamento de la publicidad del póquer, los anuncios en televisión tendrán limitaciones en las franjas horarias para menores y los programas seguirán desterrados a la madrugada.

Las restricciones en la publicidad audiovisual son una queja de las salas on line. Otra, la más importante, si la orden ministerial no lo remedia a última hora, es la obligación de operar desde una web .es y de redirigir a esta a los residentes en España que quieran acceder a la página internacional de la sala. A efectos prácticos significa la restricción de las partidas al ámbito estatal y por ende una drástica reducción del líquido en juego.

«Es una regulación puramente recaudatoria -critica Simón Muñoz, responsable de la web de aprendizaje Educa Poker-. El Estado ha visto que en el negocio hay mucho dinero y ha ido a por su parte sin pensar en los jugadores. Los mejores profesionales ya están preparando el traslado a países donde se puede jugar en páginas internacionales».

Muñoz muestra cierto escepticismo sobre los efectos de la regulación. «Todas las salas serias sacarán licencia y al amparo de la legalidad el póquer on line ganará visibilidad, pero no sé si la mayor popularización del juego compensará la mutilación que supone el .es. El quid de la cuestión es el futuro reglamento sobre la presencia del póquer en los medios audiovisuales. Si es más flexible, sí que el póquer recibirá un impulso importante». No se hará en esta legislatura.