Pocas reformas educativas suscitan mayor consenso que la de prolongar la duración del bachillerato, lo que no ha debido pasar desapercibido a Mariano Rajoy, que la citó como medida educativa estrella en el discurso de investidura. En realidad, la idea del PP ya la ha llevado de alguna manera a la práctica el último ministro de Educación socialista, Ángel Gabilondo, confiriendo carácter orientador al cuarto y último curso de la ESO. A partir del curso 2012-2013, al finalizar el tercer curso de la ESO, a los 14-15 años, los alumnos tendrán que optar por un itinerario que conducirá al bachillerato, un prebachillerato, o a la FP. Rajoy no se propone otra cosa que remachar el clavo rebautizando ese curso como primero de bachillerato.

Aunque no ha habido concreción sobre sus intenciones, el PP deja claro en su programa electoral que la etapa constará de tres cursos, el primero de los cuáles “tendrá carácter de iniciación”.

Un trienio es considerado por los docentes como un periodo más apropiado para adquirir la materia que se imparte en el currículo, algo que se cree que contribuirá a reducir el nivel de abandonos durante la etapa postobligatoria, que ronda el 30%. Esta es también la duración de este tipo de estudios en la mayor parte de los países de UE a los que nos queremos homologar. H