Siguiendo una tradición no escrita, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, llega hoy a Rabat, la capital de Marruecos, en la que es su primera visita al exterior desde que alcanzó el poder. En su agenda está previsto que se entreviste con el jefe del Gobierno marroquí, el islamista Abdelilah Benkirán, y almuerce con el monarca Mohamed VI.

Este viaje se percibe, en buena parte de la sociedad marroquí, como un primer paso en el camino de la reconciliación entre un Gobierno conservador y Marruecos, después de los años de tempestad que acaecieron durante las legislaturas de José María Aznar y que calaron en el país magrebí. De hecho, tras la victoria del PP en las elecciones generales celebradas el pasado 20 de noviembre, la prensa marroquí ha recogido con gran escepticismo el nuevo periodo que se abre entre los dos vecinos.

Una desconfianza que responde a acontecimientos como la ruptura del acuerdo de pesca, la crisis por la soberanía del islote de Perejil y el apoyo de los conservadores al campamento saharaui de El Aaiún (Sáhara), cuyo desmantelamiento policial desembocó en manifestaciones multitudinarias del pueblo marroquí contra los líderes del PP.

GRAN EXPECTACIÓN Sin embargo, en cuestión de semanas, diversos gestos de Rajoy han cicatrizado algunas heridas: respetar la tradición de viajar a Marruecos como primer destino en el exterior y felicitar a Mohamed VI tras la configuración del nuevo Gobierno islamista, por el proceso de reformas que su país ha emprendido, son dos de ellos.

La expectación en torno a este viaje es muy alta y se ha abierto una puerta a la esperanza de que, de la misma forma que los marroquís conciben sus relaciones con España como algo vital, los españoles hagan lo propio. La idea generalizada entre los po-líticos marroquís es que a ambos países les unen más elementos, como la economía y la lucha contra el terrorismo yihadista y el narcotráfico, de los que actualmente les separan.

RELACIÓN ESTRATÉGICA "Las relaciones estratégicas entre los dos estados deben prevalecer sobre el resto de los problemas que siempre habrá entre vecinos, pero nuestra voluntad es profundizar en el diálogo", manifestó a este periódico Sahedinne El Othamni, ministro de Asuntos Exteriores marroquí, quien declinó hablar de Ceuta y Melilla, dando a entender que, en el asunto de las ciudades autónomas, las posturas de Madrid y Rabat son inamovibles.

Donde, sin embargo, sigue pesando el pasado histórico es en el litigio del Sáhara. La actitud española sobre si apoyará o no el proyecto de regionalización para el territorio determinará, en buena medida, la temperatura de la relación. Y en ese tema, hoy Rajoy se lo juega todo.