Isabel II celebró ayer sus 60 años en el trono con un almuerzo de gala que resultó mucho más polémico de lo que la soberana habría deseado. La sonrisa con la que la reina de Inglaterra posó en el castillo de Windsor, junto a una cincuentena de representantes de familias reales de todo el mundo, no pudo borrar la controversia originada por ciertas presencias y algunas ausencias. Presencias muy mal vistas y denunciadas por los grupos defensores de los derechos humanos, como la del soberano de Baréin y la del rey de Suazilandia. Criticado el primero por la brutal represión de las últimas manifestaciones; denunciado el segundo por sus fabulosos dispendios, cuando la gente en su país vive en la miseria. Ausencia, muy comentada desde hace días, la de la reina Sofía, por el conflicto diplomático sobre Gibraltar.

Los invitados llegaron en discretas limusinas. Allí los recibió la soberana, acompañada de la casi totalidad de la familia real británica, incluido el príncipe Guillermo y su esposa, Catalina, las nuevas estrellas mediáticas de los Windsor. No faltaron los emperadores de Japón, los príncipes de Tailandia, el emir de Catar, la reina de Jordania, el príncipe saudí... Por la noche, el príncipe Carlos y su esposa, Camila, fueron los anfitriones de una cena en honor de la reina.

La soberana está recorriendo el país con motivo del jubileo. En uno de esos actos, su marido, el duque de Edimburgo, no pudo evitar uno de sus ya famosos comentarios. Al pasar junto a una veinteañera rubia y muy guapa, le dijo al policía que tenía al lado: "Me arrestarían si desabrochase ese vestido".

También con motivo del jubileo, el príncipe Enrique se prepara para debutar junto a Gary Barlow, del grupo Take That, que cantará para la reina el próximo 4 de junio. Enrique lo acompañará tocando la pandereta.