El Papa Francisco se convirtió ayer en el máximo azote de los políticos y de sus propios obispos durante una jornada en la que ofició una misa en la catedral de Río de Janeiro y en la que también aprovechó para reunirse con representantes de la clase dirigente en el Teatro Municipal.

Fue ante estos últimos ante quienes afirmó que el futuro exige una rehabilitación de la política, una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más “la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza”.

“Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: ese es el camino a seguir”, señaló, y recordó al profeta Amós, que decía “venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias, oprimen contra el polvo la cabeza de los míseros y tuercen el camino de los indigentes”.

Por otro lado, y en una misa ante un millar de obispos y centenares de sacerdotes, señaló que es en las favelas, en los cantegriles (nombre que dan en Uruguay a los barrios de chabolas) y en las “villas miseria” donde tienen que ir a buscar y a servir a Cristo.

“No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio”, subrayó Francisco, quien exhortó a los prelados, sacerdotes, seminaristas y religiosos que hay que anunciar el Evangelio a los más jóvenes. H